Ayer en Santa Marta se realizó la Cumbre Caribe por la Inclusión y la Transformación Social, que concluyó con la firma de un compromiso alrededor de la lucha contra la pobreza. La Casa Grande Caribe, iniciativa que organizó la cumbre y liderada por Adolfo Meisel, codirector del Banco de la República, centra sus acciones en los frentes de educación, salud, nutrición, agua potable y saneamiento básico, y calidad en el gasto público.

Los organizadores me honraron con la invitación a participar en un panel titulado “El papel del periodismo en la inclusión y la transformación social”, moderado por Jaime Abello y con la participación de tres importantes periodistas caribeños: Óscar Montes, Ana María Ferrer y Laura Ardila. Al momento de escribir estas líneas el conversatorio aún no ha comenzado, pero quiero compartir con los lectores los conceptos generales de mi participación.

En primer lugar, las investigaciones detrás de la Casa Grande Caribe ratifican que el combate a la pobreza es una prioridad regional fundamental. Por esa razón, temáticas alrededor de la salud y la educación deben integrar activamente las agendas de los medios caribeños. El papel del periodismo en ese cubrimiento es más bien tradicional: proveer información verificada y criterios a la sociedad para tomar mejores decisiones; vigilar a los poderes y servir de contrapeso, y convertirse en un espacio de visibilización, no solo de actores sino también de procesos en esos cinco frentes de acción.

Un segundo aspecto es el nuevo ecosistema de información que combina medios tradicionales, un entorno digital agresivo y polarizado, un ejercicio sistemático de desinformación en las redes y un deterioro de la calidad del debate público. Lo que se gana en este ecosistema en nuevas voces y creación de canales alternativos, se pierde en veracidad, profesionalización en la generación de información y credibilidad en los medios de comunicación.

El periodismo regional necesita una mejor formación para el cubrimiento y análisis de las políticas públicas, en este caso las sociales. Los esfuerzos para entrenar y capacitar periodistas, como los de la Fundación Nuevo Periodismo, son insuficientes. No comprender los mínimos conceptos estadísticos o de evaluación de una política pública le impiden al reportero y al editor concebir y desarrollar historias más variadas alrededor de la educación, la pobreza, la nutrición o el agua. Voces oficiales y expertos ganan así una excesiva influencia sobre lo que los periodistas terminan por publicar o transmitir.

Una última reflexión es la tentación grande hacia el activismo que una agenda por la inclusión podría generar en el periodismo. La frontera entre la promoción de posturas políticas y la información veraz e independiente es cada vez más difusa. El papel más acertado que el periodismo regional puede tener frente a la inclusión social en el Caribe está en regresar a las raíces del oficio.

@pachomiranda