Joao Herrera, el incontenible y locuaz alcalde de Soledad, tiene armado un lío de la Madonna con su propuesta educativa que busca cambiar los hábitos y lineamientos de los maestros sobre tareas y horarios de clase de los grados de transición y primaria. La propuesta ha logrado inquietar inclusive a la mismísima ministra de Educación. Los medios locales y nacionales no han parado de comentar con sorpresa, ironía y análisis. Sí, de todas esas formas se ha comentado.
En cuanto a la polémica social resulta interesante; en cuanto a la comunicación institucional, un hit, y en cuanto a la propuesta formal resulta ser un paso delicado si no se ha hecho un estudio previo, ni se ha socializado con los educadores, que son los que saben del asunto.
Es cierto, señor alcalde, muchas tareas son un verdadero castigo y deben ser hechas en muchas ocasiones por los padres. En algunos casos, desesperados por ayudar a sus pequeños críos, y en otros, por sobreprotección. No hay que olvidar que mapas complejos, maquetas con volcanes que lanzan fuego y la tabla periódica son algunos deberes de diversos niveles que se vuelven tareas complejas en las que el estudiante solo no puede cumplir. No es el caso específico de los párvulos que no han entrado aún en el mundo de las obligaciones concretas, pero de todos modos hay que ir alineándolos por el camino de la disciplina.
El exceso es malo, pero no tener responsabilidades, también. Para los pequeños, y sobre todo para los incomprensibles millennials, no tener tareas en casa significa más tiempo para chatear, navegar y jugar. No siempre constructivamente. Por lo pronto, señor alcalde, los rectores de los colegios son quienes pueden definir el manejo del programa educativo institucional, y esa competencia hay que respetarla.
Uno de los argumentos del alcalde educador es que con este sistema que deja abolidas las tareas se pude saber con certeza cuánto aprende de verdad el menor en clase.
Y el otro argumento de la denominada revolución educativa de Joao Herrera es el del horario. Propone que los más pequeños ingresen a clase a las 9 de la mañana, para que no los hagan madrugar y así se pueda ayudar al desarrollo cerebral del niño. Los rectores expertos y experimentados señalan que entre más temprano se tomen clases es mejor para el niño, pues a esa edad no se debe ir a la cama tarde. La medida está planteada oficialmente para que comience a regir desde 2018, pero la otra semana se hará un piloto.
Es verdad que en países como Canadá, Estados Unidos y Finlandia se practica ese modelo, pero no siempre es efectivo lo que se copia. El sistema implicaría lo que los gringos denominan “después de clase”, es decir: hacer los deberes en el mismo colegio después del horario habitual, pero en el caso de los pequeños soledeños, dentro del mismo tiempo establecido en cada plantel. Veremos qué ocurre con el modelo Joao after class.
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