No puedo decir que salto en un solo pie por la clasificación de Colombia, porque, en realidad, salto en los dos por la clasificación de Panamá por primera vez a un mundial de fútbol. Y me alegro mucho por los entrenadores, porque los más de 40 millones de colombianos que sabemos más de fútbol que José Pékerman y Hernán Darío Gómez, morboseábamos con la posibilidad de ser eliminados y sacar las espadas de nuestras lenguas conocedoras para decapitarlos en la plaza pública si eso llegase a ocurrir.
El doble milagro no ocurrió por cosas de la buena suerte o por mucho sobar camándulas, en ambos casos fue producto de un trabajo silencioso, que ninguno de nosotros conoce y que, sin embargo, nos atrevemos a criticar con base en especulaciones. El común denominador de las críticas es: si Gómez o Pékerman no piensan como yo, entonces no saben un carajo de fútbol y puedo decir de ellos lo que me plazca, así yo no sepa un carajo de fútbol. Ese es el origen de la soberbia.
Cómo me alegra que las cosas funcionaron como se planearon y que el gol que finalmente nos lleva a Rusia se origina en lo que mandó a hacer el técnico: como ya saben anular el primer pase a Carlos Sánchez, como lo demostró Paraguay, entonces vamos por arriba. Qué bofetada tan elegante nos dio con la sorpresa que solo puede ofrecer un técnico que trabaja: incluir a Duván Zapata a pelear balones aéreos para tener el balón de aquel lado de la cancha representó el 60% del ataque de Colombia. Ojalá pasaran el partido otra vez para aprender a verlo en silencio mientras nos quitamos el sombrero en señal de respeto ante el señor José Pékerman, en lugar de andar diciendo que no trabaja.
Me alegra mucho por Hernán Darío Gómez, la felicitación para el amigo y el técnico. Ha logrado una hazaña que ningún otro había podido con un país que es de los más jóvenes en estas justas. Me formé como psiquiatra en Panamá en los 80, y sé que para esa época el fútbol de allá no pasaba de microcanchas de playón y una que otra cancha para fútbol mayor, porque no había un campeonato profesional. De hecho, jugué como ‘rodillón’ para un equipo de la Sociedad Española de la Ciudad de Panamá. Antes del Campeonato Mundial de 1986 participaba en una emisora comentando sobre fútbol internacional y, gracias a mis opiniones, supongo, me llamaron para comentar ese torneo en un canal de televisión. Pero, como siempre me sucede, la medicina se le atravesó al fútbol y no pude hacerlo porque acababan de aceptarme en la UNAM de México para hacer la maestría en Paidopsiquiatría.
Haré mi mejor esfuerzo para ir al Mundial de Rusia a disfrutar con dos países que quiero mucho y que me gustaría ver así: los colombianos confirmando el nivel y los panameños debutando en un mundial de fútbol.
También me alegro por la clasificación de México con Juan Carlos Osorio, pero son amores distintos.
¡Viva Pékerman! ¡Viva Gómez!
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