Los griegos creían que los azotes de la naturaleza, entre ellos los diluvios, obedecían a la ira de los dioses. Donald Trump no cree en los castigos de las deidades sino en la furia del mercado y por eso se aferra a la creencia de que el cambio climático es una conspiración de los chinos para convertir la mano de obra norteamericana en una fuerza no competitiva, pero la tormenta Harvey le acaba de demostrar que no es cuento chino.

La factura puede costarles a los norteamericanos unos 160 mil millones de dólares, según un estimativo reciente de AccuWeather publicada por Usatoday con lo que pasaría a ser el más costoso desastre natural de la historia de Estados Unidos, superior de lejos a lo de Katrina en 2005 que casi acaba con New Orleans. Los más de 30 muertos, las superautopistas paralizadas por el agua, convertidas en canales, y las 30 mil personas refugiadas en albergues les recordaron a los norteamericanos que son tan vulnerables como Mombay o Haití, tratándose de amenazas naturales. El desastre hizo ver minúsculo al rico Texas, que tiene un PIB de 1.6 trillones de dólares, y un ingreso per cápita de 58 mil dólares, ligeramente superior al de la nación.

En emergencias como estas, los norteamericanos depositan su confianza en el líder de la Casa Blanca que les da esperanzas con su presencia oportuna, con las medidas que adopta y con el mensaje de aliento que les lleva. Pero Trump se sale de ese molde: “lo triste aquí es que esto es algo de largo plazo (…) nadie había visto nunca tanta agua… (Harvey) suena como un nombre inocente”, lo que de inmediato hizo recordar las famosas frases de George Bush, conocidas como “bushadas”, como aquella de “sólo quiero que sepan que cuando hablamos de guerra, en realidad estamos hablando de paz”.

Con ese tipo de declaraciones, Trump evade la seriedad del problema del cambio climático y se pone en la orilla opuesta de los científicos y analistas que en este caso han coincidido en que, si bien el calentamiento global no es el culpable directo de lo que pasó en Texas –de hecho en los años 70 hubo eventos similares en ese Estado—, hoy se han generado transformaciones que han pasado de lluvias fuertes a diluviales aguaceros de cinco con un poder tal que supera la capacidad de reacción e infraestructura de un estado que no es propiamente de los más pobres. Una de las explicaciones de los expertos es que cada vez es más claro que el aumento de las temperaturas calienta los mares, y esto a su vez hace que se evapore más agua hacia la atmósfera.

Harvey golpea el orgullo de los estadounidenses y despierta su solidaridad en medio de una gran paradoja: sucede cuando Trump retira a EE.UU. del Tratado de París sobre cambio climático con el argumento de que es una amenaza para la economía y la soberanía que impone altísimos estándares medioambientales injustos para la industria y la mano de obra de su país. La tormenta le dio a Trump la oportunidad de revisar su credo antiambientalista, pero, a juzgar por sus declaraciones en el barro de Texas, seguirá negando a la ciencia.

Abogado, MPA, MSc.