Hay más amargura que satisfacción, más incomodidad que tranquilidad. El empate 0-0 que consiguió Colombia ante Venezuela, ayer en San Cristóbal, sabe a poco, sabe a nada.
Había que ganar. Era la obligación ante el colero de la eliminatoria, ante el combinado que solo ha vencido en un partido en toda la competencia (5-0 a Bolivia).
Colombia volvió a tomarse otro ‘vinotinto’ amargo, ya son casi 20 años sin brindar por una victoria en el país vecino en un clasificatorio rumbo al Mundial. Demasiado.
Ayer, a pesar de que el arquero Wuilker Faríñez, subcampeón del reciente Mundial Sub-20, fue la principal figura y mostró unos impresionantes reflejos, sobre todo en un certero cabezazo de Falcao García,
Colombia no dominó la pelota y no tuvo claridad para imponer su jerarquía y traerse una victoria que lo hubiera puesto con más de un pie en Rusia.
¿Qué pasó?... No existió colectividad, asocio, sincronía, desmarque y precisión para someter a un rival que presionó bastante y fue agresivo en la recuperación.
El juego grupal no alumbró el camino por el escaso tiempo de trabajo y porque había muchas luces apagadas. Cardona, que andaba volando en Boca, arrastró los guayos y dejó ver su versión lenta e intrascendente.
Cuadrado, víctima constante de infracciones por el costado derecho, tampoco estuvo inspirado, y Barrios y Sánchez, atentos en cuestiones de marca, se mantuvieron erráticos en la entrega del balón. Arias intenta apoyar a los hombres de ataque, pero falla en el último tramo de la jugada con centros al arquero o a nadie. Fabra, más criterioso para respaldar la ofensiva, no contó con el engranaje para explotar sus virtudes.
Chará se escapó un par de veces y demostró la velocidad y habilidad que se le ve en Junior, le faltó la contundencia que lo tiene como goleador de la Liga, en especial en la jugada en la que engancha con izquierda y patea con derecha. Pékerman no halló revulsivo en el banco y hubo que resignarse a un empate sin sabor.