La política en Colombia tiene el poder de generar en una semana hechos sorprendentes que el ritmo veloz de los acontecimientos nos impide evaluar con detenimiento. En esta semana que corre, dos protagonistas clave de las elecciones presidenciales de 2018 tomaron de manera simultánea decisiones trascendentales. Mientras la guerrilla desarmada de las Farc conformó su nuevo partido político, el exvicepresidente Germán Vargas Lleras –y puntero en las encuestas– anuncia su candidatura presidencial por firmas.
Muy paradójico que mientras los ex alzados en armas opten por una estructura partidista, Vargas, veterano de décadas de la política, desdeñe su partido personal para irse por rúbricas. La decisión del señor y dueño de Cambio Radical tiene motivaciones más tácticas, beneficios de financiación y propaganda, así como la recepción de apoyos políticos. La reacción de muchos a la jugada ‘vargasllerista’ fue en dos sentidos: el oportunismo del gamonal de gamonales y el descrédito de la opción de grupos ciudadanos como prueba de independencia.
En teoría, Cambio Radical sería el partido ideal para un aval: quinta bancada del Senado con 9 legisladores, 7 gobernaciones y 6 capitales departamentales, incluyendo Barranquilla. Desde que su líder entró al gobierno Santos, las huestes rojo y azul no han hecho más que crecer, ampliar su poder y extenderse territorialmente. No obstante, este partido también arrastra con graves escándalos de corrupción que llegan hasta sus más altos niveles y no en una sino en varias elecciones.
El exvicepresidente –que estuvo callado por varios meses desde el episodio del ‘coscorrón’ a su escolta– no arrastra ningún castigo en la opinión pública por los líos de su colectividad. De hecho, en la más reciente encuesta Gallup su imagen favorable subió cinco puntos y llegó a 41%. En otras palabras, Vargas Lleras gozará de lo mejor de los dos mundos: el de representación con la maquinaria y la burocracia de Cambio Radical y el de la ‘presentación’ con un movimiento de firmas con un barniz de independencia y sabor ciudadano.
Para las Farc crear partido no es punto de partida, sino de llegada tras los acuerdos de paz. Por lo visto hasta ahora los ex comandantes guerrilleros están replicando desde el principio con los vicios característicos de los partidos políticos: eslóganes generales y abstractos, coqueteos con otros candidatos, buena dosis de mensajes populistas y muy poca autocrítica. El caudal real de votos de las Farc es una incógnita, pero, sin importar su número, serán cruciales en la guerra de las coaliciones que se perfila para el 2018.
Otro bloque en ebullición es el Centro Democrático, donde hay tensión entre quienes propugnan por el purismo ideológico (Fernando Londoño) y quienes abrazan una estrategia más abierta (el senador Iván Duque).
Firmas aventureras, partidos clásicos en decadencia, firmas detrás de caciques, partidos jóvenes con angustias adolescentes, partidos sin candidatos, firmas para burlar la disciplina ideológica, partidos tradicionales con candidatos sin votos. De todo en esta semana de locos.
@pachomiranda