Los niños y los jóvenes son el presente y el futuro del país. Por una providencial coincidencia, dos talentosas jóvenes nacidas en Barranquilla lideran las entidades que tienen la responsabilidad de asegurar la preparación de niños y jóvenes para la vida adulta: Mineducación e ICBF.
Desde noviembre del 2016, la economista Yaneth Giha se posesionó como ministra de Educación, y ya ha mostrado sus altas capacidades. Recibió un ministerio convulsionado por las cartillas de educación sexual presentadas por la anterior ministra, y con un alto malestar en el cuerpo de profesores del país. La ministra Giha, quien logró un acuerdo muy positivo con los educadores, se ha destacado por su vocación gerencial: ha materializado un plan de infraestructura para tener 30.000 nuevas aulas, a fin de que todos los colegios públicos tengan jornada única, a la vez que se encamina a programas de mejoramiento de la calidad.
Nuevamente, el presidente Santos ha destacado a otra líder barranquillera para el difícil cargo de directora nacional del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, la abogada Karen Abudinén.
El desafío para la nueva directora es descomunal. Dentro de los retos que deberá enfrentar, uno es que al ICBF se le han incrementado y complejizado los problemas que debe atender. El instituto, ante la ausencia de una política social integral, ha debido asumir los efectos de problemas estructurales de la sociedad colombiana: la pobreza, la violencia y las diversas manifestaciones de la descomposición social. Así, ya no solo tiene que velar por la infancia y la familia, sino asumir también la mayoría de las crisis humanitarias.
La tarea del ICBF es monumental. Solo en el campo de la atención a la niñez se da un déficit enorme. En la nación hay 5.207.000 niños entre 0 y 5 años, de los cuales aproximadamente 2.400.000 viven en situación de vulnerabilidad. El Estado, con todos sus programas, llega a un millón cien mil niños; es decir, hay más de un millón y medio de niños que están en riesgo, y a los que el Estado no llega, por lo que ampliar la cobertura es un verdadero desafío.
Otro aspecto que considero relevante es que el ICBF, agobiado por tantos frentes que debe cubrir, ha perdido capacidad de innovación. Su programa estrella son los Hogares Comunitarios de Bienestar, que, según la Universidad de los Andes, es la inversión que más contribuye al desarrollo humano. Sin embargo, es un programa que tiene casi 40 años y las necesidades de los niños del país son hoy muy diferentes. Aunque se ha tratado de cualificar, sigue siendo un programa pobre para niños pobres. Los nuevos Centros de Desarrollo Infantil (CDI) parecen, por ahora, ser una buena alternativa si se masifican. Pero, de todas maneras, los más desprotegidos por el Estado son los niños de las zonas rurales. Son ellos los que necesitan con más urgencia los servicios del ICBF.
Quienes conocemos a Karen Abudinén y su extraordinario trabajo en el campo de la educación en Barranquilla, estamos seguros de que ella es la mejor opción para este cargo, porque ha demostrado su gran talento y capacidades personales en la práctica.
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