El verdadero tema en discusión se desvaneció. Parece que la forma en que Carlos Valderrama se quejó del recorte presupuestal al deporte colombiano tiene más importancia que el propio tijeretazo. Así suele ocurrir en Colombia, la forma tiene mayor relevancia que el fondo de un asunto. Increíble.
Más allá de si está bien, mal o regular la manera descarnada, franca y directa en la que se expresa ‘El Pibe’, el contenido de su reclamo es lo preponderante, y resulta comprensible, válido y acertado. Señoras y señores, el deporte criollo, que tanta gloria, orgullo y emociones nos brinda (ayer fue Éider Arévalo quien se coronó campeón de marcha en el Mundial de Atletismo), va a pasar de un presupuesto anual de $587 mil millones (cifra de este año) a $221 mil millones (en 2018). La reducción es la ‘bobadita’ de $366 mil millones, el 62%.
Eso es grave. Eso es para poner el grito en el cielo, escupir fuego y lanzar rayos y centellas como lo hizo el símbolo del fútbol colombiano y otros deportistas que han sido medallistas olímpicos como la bicicrosista Mariana Pajón, el boxeador Yuberjen Martínez y el pesista Óscar Figueroa. En un país como Colombia, con tantos caminos malsanos y trágicos, con una educación universitaria de costos elevados (a la que solo accede el 34% de la población, y solo un 7,7% completa una carrera), el deporte es una válvula de escape, un trampolín para escalar posiciones.
En una sociedad sin equidad, patear una bola, darle pedal a una bicicleta, levantar una pesa o exponer el pellejo en un ring son las únicas alternativas de muchos para surgir y progresar.
“Cada peso que se le ponga al deporte salvará a un niño de la calle y los malos hábitos”, dijo el exbeisbolista Édgar Rentería.
El presidente Juan Manuel Santos aseguró que la mayor parte del recorte “será en infraestructura deportiva y no en la preparación de los deportistas”, como si la infraestructura no hiciera parte de los procesos de los deportistas. Del 62% que le quitarán al deporte, 6%, unos 6 mil millones de pesos (según Baltazar Medina, director del COC), corresponde a los deportistas de alto rendimiento. “Bastante falta nos hacen”, dijo Medina.
El otro porcentaje que dejará de percibir el deporte aplaza la construcción y refacción de escenarios en todo el territorio nacional como el velódromo de Barranquilla, por ejemplo, que se quedó por fuera de la inversión de los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2018. Ese velódromo, de donde surgió Nelson Soto, ciclista barranquillero que acaba de ganar tres etapas en la Vuelta a Colombia, solo se podría remodelar (quién sabe cuándo) con dineros locales, sin aportes de la nación.
“No tocaremos la plata de los deportistas”, “Vamos a revisar las cifras”, se ha dicho desde el Gobierno. Mejor que se hable claro y directo como ‘El Pibe’ que con demagogia y eufemismos que disimulan y camuflan la realidad. De ese estilo demagogo y eufemístico ya somos medalla de oro hace años. No más de eso. Queremos seguir disfrutando de preseas como las de Pajón, Yuberjen, Figueroa y Arévalo.