El primer trasplante de cabeza ya está a la vuelta de la esquina, para principios del año que viene, según afirma Sergio Canavero, polémico cirujano italiano y principal instigador de esta tan verdadera como descabezada historia. Los intríngulis éticos, tecnológicos y metafísicos del asunto, dejémoselos a quienes legítimamente corresponde: a los tertulianos de la televisión. Pero, desde el atrevimiento que anima y embriaga la ignorancia, uno no puede dejar de pensar en las fantásticas oportunidades que ahora se le abrirán a la humanidad, e incluso a la animalidad. De hecho, ya se ha experimentado con animales. Por lo pronto, con uno vivo y el otro no tanto. Pero de seguro que en breve, cuando esté bien asentada esa nueva tecnología quirúrgica, se podrán dar intercambios entre dos sujetos perfectamente sanos; ahí estaría el detalle. “Soy un perro atrapado en el cuerpo de un gato”. Muy bien, porque aquí tenemos a un gato atrapado en el cuerpo de un perro… Tijeras, agujas, hilos y mucho arte… y míralos ahora qué felices y contentos.

Sin embargo, Canavero va más allá, y si bien dice que en pocos meses se dará el primer trasplante de cabeza entera (ocurriría en China, a manos del doctor Xiaoping Ren), su meta personal es conseguir antes de tres años una operación mucho más sutil e interesante: el primer trasplante de cerebro.

En el caso de los humanos, las posibilidades entonces serían tan infinitas como los chistes. Recordemos que el cerebro queda en la parte de la cabeza. El corazón, en cambio, en la del resto del cuerpo. La cintura, y de-la-cintura-para-abajo, también quedan en la del resto del cuerpo. Las combinaciones posibles son fascinantes. Unos preferirán lo bueno que tienen los otros, y los otros preferirán lo bueno que tienen unos. Ninguno se halla con lo propio. Pero así también se correrían grandes riesgos. Bernard Shaw, el gran humorista irlandés, en una fiesta de sociedad fue interpelado por una bella y atrevida aristócrata: “Usted y yo deberíamos tener un hijo: saldría con mi belleza y con su inteligencia”. Y Shaw le contestó: “Mejor que no: también podría salir con mi belleza…y con su inteligencia”.

Los otros que sin duda se pondrían felices con este avance científico serían los swingers, porque ahora el concepto de “intercambios de parejas” alcanzaría una nueva y burbujeante dimensión definitiva.

También es verdad que, a cambio, todos estos adelantos podrían acabar generando grandes conflictos sociales. Luciano de Samósata, en su Historia verdadera, con gran lucidez y anticipación histórica nos cuenta algunas de las características de los selenitas (los habitantes de la Luna), que pudo observar en su viaje a nuestro romántico satélite: “Tienen los ojos desmontables, y quien lo desea puede quitárselos y guardarlos hasta que necesite ver; entonces se los coloca y ve. Muchos, al perder los propios, los piden prestados a otros y ven. Los ricos suelen tener muchos en reserva”.

Yo, por mi parte, ya aviso que no me prestaré a ninguno de esos intercambios. No hay dinero en el mundo... Y no por mi cerebro, que vale poco y nada. Lo que me preocuparía perder es el resto del cuerpo. El corazón y todo lo demás.

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