Hace varios días, Pulso País, de Datexco, y Polimétrica, de Cifras y Conceptos, publicaron sus encuestas sobre intención de voto para las elecciones de 2018. Entre muchas de las conclusiones a las que se llegó tras analizarlas es que la gente está esperando, según Carlos Lemione, “propuestas sobre ética social, una mejor economía y, sobre todo, de futuro”. En concordancia, la profesora de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, Angelika Rettberg, concluyó que “la gente puede estar cansada de escuchar tanta crítica y busca más bien esperanza”.
Futuro y esperanza han sido parte de mis pasiones, porque ellas alivian el mal, la soledad, el dolor y generan la fuerza para combatir la pobreza, la discriminación y la violencia en todas sus formas, en especial contra la mujer, porque, al fin y al cabo, todo lo anterior, según Bertrand Russell, no son más que una burla de lo que debería ser la existencia humana.
En busca de ese futuro, para mi Barranquilla, mi Atlántico y mi Región Caribe, he estado en muchos lugares y escenarios. Entre ellos se destaca el llegar a ser columnista de EL HERALDO, lugar de privilegio sin igual desde el cual, cada sábado, he venido entregándoles a los lectores, en especial a los del Caribe, algunas de las razones por las que tenemos derecho no solo a pedir, sino a exigir mejores oportunidades.
Ya lo decía la periodista Claudia Morales, a la que intentaré seguir por caminos diferentes: llegó la hora de definir si me quedaba sumido en la resignación, viendo cómo las propuestas de ciudad, departamento y región se quedan, muchas veces, en las salas de las juntas directivas de las entidades públicas o privadas, o si por el contrario le apostaba a la esperanza y a los sueños que se puedan concretar con respuestas que generen mejores oportunidades.
El destino no es cuestión de suerte: es de estudio, trabajo, disciplina, dedicación y esfuerzo, pero al final tienes que elegir y al hacerlo debes dejar de hacer algunas cosas; otras deberán cambiar, con ética social de por medio, siempre y cuando estas últimas estén destinadas a darle forma al futuro y a la esperanza con la que te has comprometido.
En esa apuesta por un mejor futuro para Barranquilla, el departamento del Atlántico y la Región Caribe no me queda más remedio que participar y apoyar un cambio, si es que deseamos que este ocurra, porque he concluido que debe ser angustiante y frustrante quedarse en el bordillo viendo pasar el tren rápido al que se refiere El Principito, el que nadie distinto a los niños sabe para dónde va.
No hay cambios de sueños, pero sí muchos retos para construir futuro y esperanzas, suficiente motivación para aceptar la invitación del senador Arturo Char de ser candidato a la Cámara de Representantes por Cambio Radical.
Por esta última razón, y en total coherencia con la ética social, esta es mi última columna, con la promesa de que voy a seguir estando al lado de ustedes, si bien en otros lugares y en otras actividades, pero jamás sin olvidarme del compromiso que siempre he tenido con Barranquilla, el Atlántico y la Costa.
Estoy seguro de que la Cámara de Representantes es uno de esos escenarios a los que hay que llegar a servir, después de haber acumulado un conocimiento y una experiencia al servicio de muchos.
Por eso y por mucho más, simplemente hasta luego.