En la película Sully, que relata el acuatizaje de emergencia en el Hudson de un avión Airbus con sus motores averiados, en enero del 2009, se observa la responsabilidad profesional y la pericia del capitán Sullenberger y su copiloto. Estaban conectados con el aeropuerto de La Guardia, de donde habían despegado minutos antes del incidente, pero no siguieron las órdenes de su torre de control que les ordenaba devolverse a su pista volando por encima de los edificios de Nueva York.
El capitán Sully, como le llaman en la película, con su gran experiencia en seguridad operacional y su responsabilidad por los 155 asustados pasajeros, consideró muy peligroso ese retorno y prefirió acuatizar en el río. Esta operación fue exitosa, tuvieron la fortuna de que muchas lanchas se acercaron rápidamente para rescatar a todos los pasajeros y tripulantes; sin embargo, a Sully (tras esta operación) le cayó la autoridad de transporte aéreo de los Estados Unidos, la que finalmente tuvo que aceptar su atinada maniobra de acuatizaje, al encontrar –con ayuda de un programa de simulación– que era la única alternativa.
Cosa distinta fue la caída del avión Avro de una compañía boliviana el pasado 28 de noviembre, que bajo el mando del capitán Quiroga transportaba desde Brasil a todo el personal del equipo Chapecoense, finalista de la Copa Sudamericana. Se sabe que este Avro venía escaso de combustible, para sus motores por determinación previa de su mismo capitán y, tratando de aproximarse lo más pronto a la pista de Rionegro, se estrelló contra un cerro, con el resultado de 71 muertos y seis sobrevivientes.
A este capitán (q.e.p.d.) y su empresa de aviación también le han caído las autoridades competentes y la prensa, pero ya queda poco por hacer. Se dice que tenían unos precios bajos para transporte de pasajeros y equipos de futbol de Suramérica; además, tratando de economizar, no llenaron los tanques del avión oportunamente al nivel requerido, y esta decisión, que muestra deficiencia en su ética profesional, muestra también que la empresa no era muy apegada a la prevención de riesgos, obligatoria para estas actividades. Solo se reconoció el riesgo de navegar con bajo combustible, a pocos kilómetros del aeropuerto de Rionegro.
¡Qué paradoja! El capitán del Airbus usa su inteligencia y su sano juicio para evitar una caída catastrófica y, de modo contrario, el capitán del Avro asume el derecho de correr el riesgo, con este equipo de fútbol dentro de su avión. ¿Cuántas veces habrían volado con combustible al mínimo? ¿Acaso se sentían obligados a economizar combustible para beneficio de su empresa?
Especialistas en este tema de la gestión de los riesgos operacionales explican que la toma de decisiones para el control de riesgos bajo la presión de cambios tiene una base más compleja que lo que aparenta: el análisis de accidentes mayores en las empresas y otras actividades indica que se necesita un nuevo enfoque en la gestión de riesgos.
Observando las condiciones previas al accidente, uno puede demostrar que ellas no fueron generadas por simple coincidencia de fallas y errores humanos independientemente, sino por la migración sistemática del comportamiento organizacional hacia el accidente bajo la influencia de una presión por la efectividad en los costos dentro de un ambiente competitivo. Más aún, en algunas ocasiones, los cambios que se producen en una organización y que eventualmente podrían ser dañinos están motivados, al decir de especialistas en gestión de riesgos, por objetivos a veces contrarios a la seguridad, la salud y el medio ambiente. ¡Ahí está el detalle!