Este es un momento coyuntural: las regiones claman por mayor atención para su desarrollo y el río Magdalena es una de las autopistas que nos conduce a ello.
En diferentes escenarios, los expertos han coincidido en la necesidad de proteger el río Magdalena, de recuperar su navegabilidad como alternativa de transporte intermodal. Y en eso todos estamos de acuerdo, especialmente en este momento en el que la no ejecución del contrato del Gobierno Nacional que transformaría el uso del río sería retroceder, por eso, mi llamado es a que hagamos todo lo que sea necesario, conforme a ley, para que estas obras sean una realidad y para que las próximas generaciones no solo vivan en un territorio de paz sino en armonía con el medio ambiente.
Es necesario que el contrato de APP para recuperación de la navegabilidad del río Magdalena siga adelante y que se opte por la cesión de la participación de Odebrecht en Navelena a una empresa con condiciones técnicas y financieras adecuadas porque, de lo contrario, los $2.5 billones se enredarían en un proceso jurídico de caducidad y seguramente sería muy difícil tener la oportunidad de volver a generar un proceso de esta naturaleza.
Tenemos que mirar al Río con ojos de competitividad y focalizarnos en tres perspectivas: desarrollo económico, preservación del medio ambiente y la promoción de la cultura y turismo.
El desarrollo, ampliamente difundido a través de la conexión con las ciudades-puerto (Cartagena-Barranquilla-Santa Marta) permitirá que las poblaciones ribereñas, de menor tamaño, sumen ingresos económicos para sus habitantes; para la preservación del medio ambiente necesitamos proteger nuestro Río desde su nacimiento, con el apoyo de autoridades como Cormagdalena y Minambiente con infraestructura hidráulica que genere seguridad a los territorios, y en materia de cultura y turismo es apenas obvio que hay que promover toda esa riqueza que teje nuestra ribera.
Las soluciones, a los desafíos que tenemos no dan espera. Hay que acelerar las acciones para detener la deforestación, que sumada a las malas prácticas agrícolas y a la minería a lo largo de la orilla, han terminado por generar una significativa erosión del suelo, lo que produce altos volúmenes de sedimentación.
La principal amenaza es, sin duda, el cambio climático, puesta a prueba con el reciente fenómeno de El Niño que secó varios brazos del río y redujo su caudal a niveles históricos que limitaron su navegabilidad. Nuestro punto de atención: la protección de los páramos y manantiales.