La transformación de la agricultura conlleva cambios de visión. Considerarla como una actividad económica aislada, productora únicamente de alimentos para el consumo humano, es un error. Debe verse como un sistema integrado de actividades donde se articule producción, procesamiento y marketing.
Una forma de lograrlo es agregándole valor a la producción agrícola. Se trata de poner en práctica lo que nos ofrece la ciencia, con el objeto de constituir los anhelados encadenamientos productivos de base tecnológica, que respondan eficientemente a las necesidades de los nichos de mercados internacionales.
Al utilizarse el conocimiento como determinante de la competitividad de los bienes agrícolas colombianos, se constituirían los agribusiness, utilizados en los países de ingresos altos para generar grandes transformaciones productivas con equidad.
Si Colombia desea mejorar las condiciones de vida de la población rural, necesariamente debe hacer uso de las capacidades científicas que poseen las universidades y centros de investigación para identificar bienes agrícolas con posibilidades de transformarse en productos con potenciales usos para la industria farmacéutica, textil, química y alimenticia.
Las estructuras de los agribusiness deberán ser flexibles y capaces de innovar en las direcciones de productos, procesos y mercados.
Para lograrlo, sin duda, se demandaría de acciones decididas del gobierno nacional para apoyar programas de innovación de agronegocios, cuyo objeto sea la vinculación al mercado; habilidades de gestión financiera y acceso a los productos financieros apropiados; suministro de tecnología de información, formación y acceso a la tecnología; servicios de negocios, como business center, mentoring y coaching y, finalmente, acompañamiento para procesos reglamentarios de los mercados internacionales.
El efecto multiplicador de los agribusiness es incuestionable. Por ejemplo, en Carolina del Sur, una región de Estados Unidos que produce carne de pollo, cereales, legumbres y frutos secos, los agronegocios aportan el 8% del PIB. Asimismo, por cada dólar en venta conducen a 1,48 dólares en venta en el resto de la economía, y por cada empleo directo, generan 1,5 empleos directos con las actividades económicas que forman parte del eslabonamiento productivo.
Lo expuesto es un claro ejemplo de lo que podría resultar de una política pública incluyente en Colombia, que fomente la constitución de agribusiness sobre la base de la agregación de valor a la producción campesina (Innovación).
El resultado final de este proceso —por supuesto de superarse los obstáculos institucionales, financieros y tecnológicos del campo colombiano— sería la generación de empleo de calidad, mejoramiento de la educación y salud de la población rural y la constitución de clústeres agroindustriales con eslabonamientos extensos. En definitiva, todos se beneficiarían de esta gran oportunidad productiva.
*Profesor del IEEC, Uninorte.
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