Es reiterada la perversa costumbre de mandatarios venezolanos de crear conflictos distractores con Colombia cuando tienen problemas internos, pero ya las cosas han cambiado mucho y la gente en ese hermano país no traga entero.
Como en el caso de Maduro, quien no es criticado y burlado porque funja ser de izquierda. Es que su burdo talante no obedece a los cánones del hombre nuevo, ni a un intelectual forjado en el marxismo. Mucho menos a alguien honesto y contestatario con fundamentos y formación política.
Nadie que sea humanista, como se presume es la izquierda pura, democrática y razonable, propicia un éxodo deplorable nunca antes visto entre estas dos naciones que nacieron siamesas con el nombre de Nueva Granada y que ayudó a procrear el mismo padre: Simón Bolívar.
Pero por encima de la soberanía y de la noble idiosincrasia venezolana ha estado el poder con sus astutas cortinas de humo para distraer problemas internos. Ese poder ha estado representado en las últimas décadas por Carlos Andrés Pérez, Rafael Caldera, Jaime Lusinchi, Luis Herrera Campins, Hugo Chávez y Nicolás Maduro, el más cercano y obseso discípulo del último de los tiranos de ese país, que ha sido a través de su historia una nación demócrata por antonomasia, pero qué paradoja, proclive a las dictaduras.
Esos gobiernos, unos más que otros, se caracterizaron por crear crisis a partir de las crisis. Cada vez que comenzaba un voraz incendio interno, desataban fogatas y voces de guerra en las fronteras con Colombia. Se apoyaban en la vieja disputa limítrofe por el Golfo, un pleito de delimitación marítima que comenzó en 1939, resultado de un viejo conflicto fronterizo terrestre iniciado entre la Colonia y la Independencia.
O se basaban en hechos judiciales protagonizados individualmente por colombianos, ya fuera por contrabando, robo de carros o delitos comunes. En muchas ocasiones con la complicidad de algunos miembros corruptos de la temida PTJ, que por un lado apretaba y por otro cobraba.
Pero hay una gran realidad inocultable. En nuestros países la gente es igualita por regiones. Somos caribes, andinos y llaneros. De todo hay en ambos territorios.
Hemos tenido una gran diferencia económica gracias a la bonanza petrolera que han vivido los venezolanos desde comienzos del siglo pasado. Por esa razón millares de nuestros compatriotas se fueron allá a buscar mejor destino, y si hubo gestos xenofóbicos en algunos casos, la cálida gente de Maracaibo, Caracas, Valencia, San Antonio del Táchira y muchas otras ciudades les abrieron generosamente sus brazos, les dieron empleo y hasta los introdujeron facilito en sus vidas, sus amores y sus familias.
Tengo amigos venezolanos. ¿Qué digo? Tengo buenos amigos venezolanos. Y sé cuánta vergüenza y dolor les produce una situación como esta.
Si algo ha tenido la buena gente de Venezuela es su inveterada y sincera tendencia a la casa abierta, a la mesa servida, al tibio lecho dispuesto para el visitante. En el Caribe nos parecemos mucho a ellos, pero creo que nos llevan una ligera ventaja en la franca calidez de la hospitalidad.
Ahora circula un meme afirmando que Maduro nació en Ocaña, que no es oriundo del país que preside y por lo tanto está inhabilitado para hacerlo. Por lo pronto actúa como esos gobiernos de Oriente Medio que él critica. Expulsando gente de manera infame. Creo que Maduro no es venezolano ni colombiano. Se comporta como un apátrida.
mendietahumberto@gmail.com