En todo el mundo se habla de transición energética. En los últimos diez años el tema tomó fuerza y en Colombia se convirtió en una de las banderas del actual Gobierno. La apuesta por más energías renovables busca avanzar en la descarbonización y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
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Particularmente, el país solo aporta el 0,3 % de las emisiones globales y ocupa el noveno lugar en el mundo con mayor participación de energías renovables en su matriz. Sin embargo, los avances no han sido lineales. Colombia se ubica en el puesto 38 entre 118 países en el ranking del Foro Económico Mundial, con una puntuación de 61,3 —por encima del promedio mundial y regional—, pero entre 2024 y 2025 retrocedió tres posiciones.
Los expertos explican que, si bien la dimensión del desempeño actual del sistema mejoró ligeramente (de 65,7 a 67,5), el país cayó en la dimensión que mide la preparación para mejorar ese desempeño en el futuro (de 53,3 a 52,0). Esta variable incluye regulación, infraestructura, innovación, capital y talento; factores que siguen afectando la llegada de inversión y la confianza en las instituciones.
Para los analistas, ningún país ha logrado una transición completa como algunos prometen. Todos requieren de la generación térmica para sostener la seguridad energética. El “sofisma” de que la transición es solo renovables ya está siendo desmontado en países que enfrentaron riesgos reales y debieron retroceder en modelos que los dejaron sin respaldo.
En esa misma línea, Natalia Gutiérrez, presidente de la Asociación Colombiana de Energía Eléctrica (Acolgen), afirma que para lograr un verdadero avance en transición energética no se puede dejar de lado a las fuentes hidráulicas de embalse y a las térmicas.

Tanto los embalses que permiten administrar el agua y asegurar energía firme, como las plantas térmicas, respaldadas con gas y otros combustibles, funcionan como “seguro” en épocas de sequía o cuando baja la generación renovable. “Más que competir, todas las tecnologías deben complementarse: renovables, hidráulicas, térmicas, almacenamiento y un consumo más eficiente”.
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Sostuvo que, en la actualidad, es evidente que el margen de seguridad se ha reducido por retrasos en proyectos, problemas en transmisión y un ambiente regulatorio incierto. Según XM, los balances entre energía firme y consumo muestran un faltante creciente, que inicia con -1,6 % en el 2025 y llega a -3,5 % en el 2027, año que puede ser crítico para el país si se presenta un periodo de sequía o un fenómeno de El Niño.
La líder gremial coincide con los expertos en que la seguridad energética podría verse comprometida si no se actúa rápido para mantener operativa y bien remunerada la capacidad hidráulica y térmica existente, asegurar el suministro de gas y combustibles, y lograr que los nuevos proyectos —incluido el almacenamiento— entren en operación bajo reglas claras y estables. “Si eso se cumple, las energías renovables podrán sumar sin afectar la confiabilidad del sistema”, anotó.
Es por ello, agregó, que han pedido ajustes urgentes en los modelos operativos y de mercado para garantizar un abastecimiento eléctrico seguro, confiable y económicamente eficiente. “De no hacerlo, el país podría enfrentar fallas en el sistema similares a las experimentadas por otros países, como España, ante una incorporación masiva y desordenada de proyectos renovables”, expresó la presidente de Acolgen.
No transición, sino adición
Por su parte, Amylkar Acosta, exministro de Minas y Energía, señaló que en el mundo ya no se habla tanto de transición energética, sino de agregación energética.
Es por eso que, según sostuvo, la discusión no es cómo las renovables reemplazan a las no renovables, sino cómo las complementan y las respaldan. “La demanda global es tan alta que vamos a necesitar todas las tecnologías”, insistió Acosta.
Y enfatizó que no es cierto que cuando entren los parques eólicos de La Guajira se apagarán las térmicas. “Eso no es verdad, vamos a requerir todas las tecnologías si queremos atender la demanda que viene”.
El exministro recordó que el presidente Gustavo Petro anunció recientemente la instalación en Santa Marta del que sería el datacenter más grande de América Latina, y cuestionó de dónde saldrá la energía para un proyecto de esa magnitud si en la región Caribe hoy no hay disponibilidad suficiente ni siquiera para atender la demanda actual.
“Los datacenters consumen enormes cantidades de agua. En Santa Marta no hay agua ni para el consumo humano, ¿cómo va a haber agua para un datacenter?”, advirtió.
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En ese sentido, Amat Zuluaga, director del Observatorio de la Transición Energética del Caribe, aseguró que cuando se tiene un país que todavía no ha logrado llevar energía a todas las regiones, y que sigue teniendo pobreza energética, no puedes pretender ser el “capataz” de la transición energética a nivel mundial.
“Es casi contradictorio. Primero hay que solucionar los problemas internos: redes débiles, falta de cobertura, dificultades para alcanzar a todos los hogares. Solo después de eso podemos hablar de competir con países industrializados que tienen más capacidad, más dinero, más recursos y una industria sólida y robusta, algo que nosotros ni siquiera tenemos”, expresó.
Es decir, explicó, que Colombia no puede pretender liderar la transición energética global cuando aún no ha resuelto su propia pobreza energética.
En el caso de Colombia, añadió, “hay regiones donde ni siquiera ha llegado la red eléctrica, y antes de aspirar a ser ejemplo mundial, el país debe cerrar esas brechas internas”.
Ese es, para Zuluaga, el punto central del debate: la transición no puede hacerse sobre una base frágil. La visión que se impone hoy es que la transición no consiste en reemplazar, sino en adicionar: sumar renovables, pero sin desmontar la base térmica que aporta firmeza al sistema.
Las cifras en Colombia
Según las cifras del sector, para 2028 se necesitan al menos 2.500 MW nuevos (equivalentes al 14 % de la capacidad actual). De esos, mínimo 700 MW deben ser térmicos.
El Foro Económico Mundial también advierte que no se puede prescindir de las fuentes de energía firme, como las hidráulicas y térmicas, que son las que garantizan suministro 24/7. El mismo informe señala que América Latina y el Caribe tienen ventajas estructurales por su potencial solar e hidroeléctrico, pero también un riesgo serio de inestabilidad regulatoria e institucional.
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En línea con este diagnóstico, el Informe de Perspectivas Mundiales de Energía Hidroeléctrica 2024 de la Asociación Internacional de Energía Hidráulica (IHA) estima que el mundo deberá duplicar su capacidad hidroeléctrica para 2050 para alcanzar emisiones netas cero y triplicar las energías renovables para 2030.
Mientras tanto, la generación térmica ha sido el soporte del sistema colombiano, especialmente en periodos de baja hidrología como los asociados al fenómeno de El Niño. Su participación ha aumentado en las últimas décadas por la necesidad de diversificar la matriz y reducir la dependencia de la generación hidráulica. Hoy aporta cerca del 30 % del total, con una capacidad instalada de 6,09 GW en 70 plantas: el 68,45 % funciona con gas natural, el 25,08 % con carbón y el 3,95 % con diésel.
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Diversificación de la matriz
Por su parte, Federico Echavarría, gerente general de Aes Colombia, sostuvo que las fuentes renovables no convencionales de energía como la solar y la eólica son importantes para Colombia, pues diversifican la matriz, “son excepcionalmente eficientes, como es el caso del viento de La Guajira —que no se debe desaprovechar— y son complementarias a la generación hidráulica.
Señaló que para mejorar el sistema actual, Colombia debe priorizar la expansión y modernización de la red de transmisión, de modo que el sistema gane resiliencia, capacidad de integración y respuesta ante variaciones de generación.
Asimismo, destacó la importancia de acelerar la regulación para el almacenamiento de energía, que es clave como una solución en el corto plazo. “En efecto, las baterías pueden solucionar los problemas de restricciones de la transmisión, dar estabilidad operativa y aumentar la capacidad de respuesta del sistema. Su incorporación facilita una mayor penetración de energía solar y eólica, reduce costos operativos, disminuye pérdidas y mejora la eficiencia global de la red”, expresó.
El trilema eléctrico
El trilema energético es un concepto del Consejo Mundial de Energía que plantea los tres retos que debe equilibrar un país para tener un sistema energético sostenible y seguro: seguridad en el suministro, sostenibilidad ambiental y acceso a energía asequible.
En Colombia, de acuerdo con la empresa Celsia, el mayor rezago está en seguridad energética. Según XM, la capacidad efectiva neta actual es de 20,9 GW y se espera llegar a 26,1 GW en 2027, pero los márgenes entre oferta firme y demanda son negativos.
Esto significa que, incluso con la entrada de nuevos proyectos, el país podría enfrentar déficit. Acolgen advierte que, si en 2027 se presenta un fenómeno de El Niño, habría que racionar casi el 4 % de la energía requerida.
Además, la electrificación de la economía —vehículos eléctricos, sustitución de combustibles fósiles por electricidad— incrementará la demanda, lo que exige acelerar proyectos de generación y transmisión. Sin embargo, el 94 % de los nuevos proyectos no tiene permisos para conectarse a la red, según la Upme, y los retrasos en licencias ambientales y consultas previas son críticos.
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Colombia lleva más de 30 años sin apagones, y esto ha sido posible gracias a la complementariedad entre la generación hidráulica —a partir del agua— y la generación térmica —a gas y otros combustibles—. En los últimos años, también se han sumado proyectos solares y existen planes de incorporar energía eólica. Los expertos insisten en que el país no puede renunciar a ninguna tecnología, pues cada una aporta atributos esenciales para garantizar un servicio eléctrico continuo y confiable.
Las energías hidráulica y térmica han sido históricamente fundamentales. El diseño de mercado implementado desde la Constitución de 1991, tras el apagón que vivió el país, permitió crear un sistema capaz de afrontar fenómenos climáticos extremos, como largos periodos de sequía o veranos intensos. Esta estructura ha hecho posible un suministro estable durante décadas.
La geografía colombiana ha favorecido especialmente el desarrollo hidroeléctrico. La abundancia de ríos y caídas de agua permitió construir centrales como El Guavio, Hidroituango, Chivor, San Carlos y Betania. En los últimos cinco años, la generación hidroeléctrica se ha mantenido como la columna vertebral de la confiabilidad del sistema, aportando cerca del 70 % de la capacidad instalada del país.
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