Es una realidad: el cambio climático está cambiando las reglas del juego en los sistemas de gobierno del mundo moderno. Este fenómeno, por su naturaleza, es irreversible y solo queda la alternativa de adaptarnos. Para ello, entidades ambientales realizan proyecciones climáticas para evaluar los impactos de esta manifestación natural en los territorios.
Desde principios de agosto, el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) lanzó los escenarios de cambio climático a nivel departamental en Colombia.
La organización fue enfática con que no son pronósticos ni predicciones, sino imágenes alternativas de cómo sería el clima en el futuro ante diferentes cambios en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) generadas por las actividades humanas.
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De esta forma, la institución realizó la descarga, evaluación y reducción de escala estadística de datos de Precipitación, Temperaturas Media, Máxima y Mínima, Humedad Relativa, Radiación y Velocidad del Viento, tanto para el período histórico (1981-2010) como para el futuro (2021-2100), bajo los escenarios de Trayectorias Socioeconómicas Compartidas (SSP) del IPCC.
Con estos escenarios, esperan orientar procesos como la formulación de Planes Integrales de Gestión del Cambio Climático Territoriales (PIGCCT), la evaluación de riesgos sectoriales y regionales, la planificación de obras de infraestructura adaptativa, la educación ambiental y el desarrollo de políticas públicas basadas en evidencia.
Para el Atlántico
Esta casa editorial consultó con expertos medioambientales de Barranquilla, en aras de conocer su interpretación de los resultados del estudio a nivel Atlántico.
De acuerdo con el geólogo y docente de la Universidad del Atlántico, Nelson Rangel, los escenarios serían extremistas para el departamento.
Indicó que se proyecta un incremento progresivo de la temperatura media anual hacia finales del siglo XXI (2071–2100): más de +3,5 centígrados bajo un escenario de altas emisiones (RCP 8.5) y al menos +2 centígrados incluso con mitigación (RCP 4.5), lo que implica más calor sostenido.
Con respecto a las lluvias, el profesor señaló que las proyecciones muestran una alta variabilidad interanual y espacial. Observó que en algunos modelos y escenarios se espera una reducción en la precipitación anual, especialmente en la temporada seca, lo que intensificaría los eventos de sequía.
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No obstante, otros escenarios sugieren posibles aumentos de lluvias extremas, particularmente en cortos periodos, lo que generaría inundaciones súbitas y erosión costera.
Pero el especialista también identificó otros impactos específicos, tales como el aumento del nivel del mar: “La subsidencia natural y antrópica del terreno generan alto riesgo para zonas costeras bajas como Santa Verónica, Puerto Colombia y Bocas de Ceniza”.
También habría afectaciones a la agricultura por estrés térmico e hídrico, implicando directamente en los cultivos del maíz, yuca y frutas tropicales.
Por otro lado, alertó de un mayor riesgo de enfermedades transmitidas por vectores como dengue y chikungunya, debido al aumento de la temperatura y la humedad relativa.
Y resaltó las amenazas a la biodiversidad costera y marina, incluyendo manglares y humedales debido a cambios en la salinidad, temperatura y disponibilidad hídrica.
Finalmente, advirtió que estos escenarios abrirían la posibilidad de una mayor presión sobre los recursos hídricos, especialmente en la cuenca del Canal del Dique y áreas urbanas de Barranquilla, debido a la disminución en la recarga y aumento de la demanda.
Llamado a la acción
Para el botánico de la Universidad del Atlántico, Hermes Cuadro, la única manera de mitigar los efectos del cambio de clima a nivel regional y local es cuidando los recursos al establecer áreas de reserva y utilizarlas de manera adecuada.
“Si se establecen áreas de reserva donde podamos aprovechar esos recursos sin agotarlos, siempre tendremos plantas, animales, agua y montañas con cobertura vegetal. La clave es usar los recursos de forma adecuada”, expresó.
Puso de presente que si “seguimos urbanizando y reemplazando la vegetación y la fauna por cemento, concreto y pavimento, no tendremos recursos con los cuales subsistir. Estas actividades nos dejarán con menos lugares para cultivar y menos recursos naturales para el sustento humano”.
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Enfatizó que el derretimiento de los polos no incidirá en el nivel del mar, puesto que la subida del océano en las costas del Atlántico es diferente a la del Pacífico por la rotación de la Tierra. Por el contrario, mencionó que sí debería preocuparnos las acciones antrópicas que están transformando el paisaje.
“Quienes recorremos el Caribe lo notamos: cada vez hay menos vegetación, lo que provoca más calor, menor captura de nubes y menos lluvias”, añadió.
Por otro lado, señaló que las plantas y animales tienen mecanismos para adaptarse a estos cambios; no obstante, dijo que la resiliencia de los ecosistemas se reducirá si las presiones antrópicas continúan.
Desafíos a los sectores
Estas proyecciones abrirían desafíos al sector agrícola y salud. Con respecto al primero, el agrónomo y meteorólogo Francisco Hernández indicó que se deben empezar a generar una serie de estrategias o mecanismos, puesto que la situación más preocupante radica en los patrones de distribución de las lluvias al observarse cambios en los inicios y finales de las temporadas lluviosas en estos escenarios.
Adicionalmente, precisó que la temporada seca tenderá a ser un poco más amplia y seca de lo normal. Esto generaría afectaciones en el uso del suelo.
“Este contraste influye de manera significativa en la productividad agrícola, porque estaremos casi obligados a implementar sistemas de riego suplementarios en la temporada seca para suplir la demanda hídrica de los cultivos”, informó el experto.
De esta manera, aseveró que será muy importante que los agricultores y los diferentes sistemas productivos empiecen a adaptarse.
“Incrementar la cultura o alfabetización climática es fundamental para que todos estén alineados e informados sobre los cambios previstos a corto plazo. Así podrán hacer ajustes, pruebas y desarrollos agropecuarios que permitan diseñar estrategias para aumentar la eficiencia de los sistemas productivos y el uso de los recursos”.
Por otro lado, con respecto al sector salud, el epidemiólogo Cesar Visbal instó a que, ante el posible aumento de vectores por el aumento de la temperatura y la variabilidad en las lluvias, se debe avanzar en la cobertura de vacunación de fiebre amarilla y otras enfermedades.
“También se debe generar una cultura en las poblaciones para evitar que se formen criaderos de mosquitos y fomentar el uso de repelentes en zonas de riesgo. Aunado a lo anterior, hay que trabajar en estrategias alternativas de mitigación como las ovitrampas, entre otras”, culminó.
Un país vulnerable
En efecto, los estragos del cambio climático ya los estamos viviendo en el país.
Beatriz Ferreira, ingeniera ambiental y coordinadora técnica del programa de descarbonización de la Corporación Autónoma Regional del Atlántico (CRA), recordó que ya sufrimos fenómenos que antes no eran tan agresivos. Por ejemplo, lluvias más intensas, olas de calor más fuertes, y la desaparición progresiva de picos de hielo en la Sierra Nevada. Incluso, resaltó que las tormentas tropicales que impactan a San Andrés no eran comunes en la isla. Y a esto se le suman los incendios forestales que ocurren en el Macizo colombiano debido a las altas temperaturas.
“El cambio climático no es más que la consecuencia de muchas actividades que se han venido desarrollando en los últimos 100 años a partir de la Revolución Industrial. Lo que pasa es que existen ciertos fenómenos naturales —todas estas variaciones climáticas— que antes podíamos predecir, pero que ya no ocurren de la misma forma. Entonces, esa imposibilidad de saber cuándo va a llover o cuándo será una época seca es lo que conocemos como cambio climático”, explicó.
Lo cierto es que toda esta actividad humana, que ha acelerado el fenómeno, es medida con los gases de efecto invernadero. Este indicador permite evaluar la huella de carbono que emitimos los humanos. En palabras más castizas: mide nuestra contaminación.
Colombia emite menos del 1% de GEI; no obstante, la experta aclara que sí somos muy vulnerables, ya que tenemos grandes áreas protegidas de bosques, dos océanos y una alta biodiversidad.
“No somos grandes contribuyentes porque nuestro territorio es resiliente y con gran cobertura de áreas verdes que absorben CO2. Esto nos permite capturar parte del impacto ambiental que generamos. Pero somos muy vulnerables, por lo que nuestro esfuerzo se enfoca en mitigación”, agregó la experta.
Finalmente, expuso que nuestras emisiones de gases de efecto invernadero en el país provienen, principalmente, del uso del suelo (agricultura, silvicultura, entre otros). Uno de los sectores que sería de los más afectados por el clima, según las proyecciones.