Compartir:

A Marcial Alegría no le sale hablar de primitivismo sin repetir su historia más fascinante. Aquella que retrocede más de cuarenta años, cuando cansado de los cultivos, de la pesca y de la arcilla en San Sebastián, un pequeño corregimiento de Lorica (Córdoba), decide que será pintor. Uno famoso y viajero, como el niño de Quinto Patio, la película mexicana de los 50 que lo inspiró.

'Si ese niño pobre de la película podía hacerse millonario pintando con carbón ¿por qué yo no?', cuestiona Marcial, de ojos rasgados (por su ascendencia japonesa) y sombrero vueltiao.

Tenía razón. Hoy el loriquero tiene 82 años y es considerado el pintor colombiano vivo más importante del primitivismo, aquel movimiento surgido en Rusia que defiende las formas más ingenuas del arte. Sus obras han recorrido más de 18 países y dan color a un sinnúmero de espacios en Francia, Egipto, Hong Kong, Siria, e incluso en Roma, en el Vaticano.

Alegría narra a través del esmalte y el lienzo las escenas costumbristas de los pueblos más recónditos de la Región Caribe. Lo hace con pinceles confeccionados con pelos de la cola del gato que vive en su casa, tras probar el trazo de las plumas de gallina y los pelos de las ardillas. Pinta sin borradores mientras inventa historias, como las pesadillas de un campesino sin dinero, o mientras recrea sus aventuras, como las vividas en las fiestas y corralejas .

'Este es el cuadro que me lanzó al estrellato', dice Alegría, de origen Zenú, mientras señala una de las 70 piezas que trajo ayer a Barranquilla desde Lorica.

La pintura cuenta los pesares de un hombre sin trabajo 'porque un terrateniente lo tenía todo abarcado'. Según relata el pintor, ay del pobre peón porque no sabía cómo ganar centavos. Su finca fue desmontada con máquinas y matamalezas, tenía a la familia pasando necesidad y por eso se dijo: 'yo ‘mochando’ este árbol me da plata (sic)'. Y entonces se fue a ‘mochar’ el árbol.

'Pero cuando cortó el árbol se le presentó un tigre. Intentó subir el árbol, pero se le apareció una culebra. Más tarde las avispas africanas dándole clavo, si se tira a la tierra el tigre lo devora y si se tira al río los caimanes le esperan', explica Alegría, quien viajó unas seis horas para presentar su legado, firmado por él mismo con nombre y apellido, aunque nunca haya aprendido a leer o escribir. Esas letras son un dibujo más de sus cuadros.