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Las plumas y pedrería de las estructuras que rodaban detrás de las diosas de Ébano y del Carnaval anticipaban, en la apertura del desfile, lo que la Gran Parada de Comparsas se traía. Intrincados tocados y vistosos vestuarios adornaron la Vía 40 a eso de la 1:40 de la tarde, cuando el recorrido que reúne a las comparsas de tradición popular y de fantasía se desplegó a lo largo del Cumbiódromo.

Los chicos de las Casas Distritales de Cultura se convirtieron en arlequines, zanqueros y ‘merecumberos’ –si cabe la expresión- al son de Ay cosita linda, de Pacho Galán. Selva Africana, comandada por José Llanos, rugió tras ellos con la fuerza de sus tocados de papel maché, una completa jungla sobre sus cabezas, y el vigor de sus movimientos.

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Tigres, mandriles, osos e incluso especies sin identificar amenazantes con un cuerno surgieron de este grupo para desafiar a quienes se apostaban en los palcos y minipalcos a disfrutar del desfile.

Las alegorías a la tradición llegaron cuando Torito en Carnaval hizo su arribo, ataviados con una fantasía de congo. Pero luego, volvió África.

Afrocaribe, ‘armada’ hasta con dientes de megafauna que colgaban de su vestuario y pieles de animal, gritaba, una y otra vez ¡África, África, África! en una puesta en escena con toda la furia del continente negro.

El Rumbón Normalista –esta vez liderado por Antonella Barrios, reina del Carnaval de los Niños– y Ekobios, de los grupos más esperados en este desfile, ratificaron su acogida ante el público. Takumtá, una de las primeras comparsas de tradición en desfilar, unió el alma coqueta de las negritas Puloy con la gracia desbordada de las marimondas en su espectáculo.

La Policía Nacional demostró que lo suyo es más que la seguridad. Con una de las mejores coreografías de la tarde, los bailarines del grupo de esta institución se llevaron los aplausos del público, que también premió al bloque de los adultos mayores con fotos y ánimo. Los abuelitos se vistieron hasta de roqueros, con pelucas fucsia –como Experiencia de Villate–, para demostrar que el ímpetu no es cuestión de edad.

Justo luego del paso del segmento ‘adulto’ de la Gran Parada, apareció el primer bache del recorrido, y de inmediato, todos sospecharon la razón. Casi volando, y con toda la majestuosidad de un pavo real, Marcela García Caballero, reina del Carnaval, agitó un plumaje de ensueño que la envolvía y la revelaba en cuestión de segundos, en una coreografía entre ella y el público.