Ponerle la lupa a las movidas que plantea el proyecto de la reforma tributaria estructural sobre los servicios o dispositivos de tecnología y telecomunicaciones destaca lo paradójico de los artículos.
Lo primero que hay que recordar es que desde el primer gobierno de Juan Manuel Santos, enmarcado en el plan vive digital, el país dio inicio a una cruzada por la inclusión de millones de colombianos en la economía digital. Para ello, desplegó la red Nacional de Fibra Óptica, inauguró kioscos digitales y apoyó la competencia de mercado para operadores y fabricantes de equipos. También probó con medidas como los cargos asimétricos para acabar con el efecto club, eliminó las cláusulas de permanencia de los contratos y abrió la venta de celulares a tiendas más allá de los operadores móviles.
Además, fue incentivando la inversión y mejora de la infraestructura vía subastas de espectro, como la que se realizó para la activación de los servicios de internet móvil 4G. Con ello esperaba también mejorar la calidad del servicios de datos y ampliar cobertura.
Todo esto; sin embargo, se contradice con las nuevas medidas que le darán duro al bolsillo de los usuarios tecnológicos. El Gobierno quiere inclusión, claro que sí, pero ahora le está poniendo un precio muy alto al acceso a la tecnología y con ello la posibilidad de que se siga masificando, ¿por qué? Porque todos los que quieran un servicio de datos deberán 4% sobre el plan, el estrato 3 ahora tendrá que pagar un IVA de 5% sobre el servicio de internet en sus casas y, si aspira a un celular de gama media o algo (para salir ya de los de entrada) deberán cancelar una tasa de tributación de 19%.
La misma cifra les aplicará cuando quieran hacerse a un computador mucho más robusto, que les permita usarlo no solo para el consumo de contenidos sino para producción dura, como herramienta de trabajo, por ejemplo (computadores de más de $1 millón. También aplica ese IVA para las tabletas por encima de ese valor). Y finalmente, aprietan también a los que tienen contratados servicios internacionales como Netflix, Deezer, Spotify y otros, poniéndole freno a los que han optado por las opciones por demanda.
Estas limitantes, que le pegan sobre todo a la clase media, pueden terminar en un reversazo de la masificación de la tecnología y los servicios. Paradójico viniendo del mismo Gobierno.