Se refiere al “exceso de positividad” que nos obliga a buscar de manera permanente nuestra propia aprobación y la de las personas de nuestro entorno, que nos somete a la fragilidad de experimentar sentimientos negativos. En su obra, el surcoreano describe la negatividad como la posibilidad de oponerse, de manifestar si algo no es de nuestro agrado, es decir, la opción de decir que no.
En estos ambientes trato de estar distante de la tecnología; aunque llevo el celular –porque uno nunca sabe alguna emergencia-, trato de no usarlo, ni siquiera para tomar fotografías, porque creo que mis ojos guardan mejor las imágenes que la cámara. Trato que sea una oportunidad de distanciarme de las rutinas del diario vivir, por lo cual termino descansando.
Agradezco las lágrimas que algunas veces me cegaron, porque ellas me enseñaron a amar hasta el extremo, dando lo mejor de mí en cada relación. Levanto los brazos con alegría por aquellas caídas, que aunque dolieron, me enseñaron a ser más fuerte y a adaptarme a situaciones que no deseaba. Celebro esos momentos que me hicieron sentir la ausencia de personas que aprendí a gozar en cada instante que compartimos.
Esta situación y los hechos que la generan deben obligar a los lideres políticos y sociales a parar sus campañas en ciernes y reflexionar profundamente, con el propósito de replantear los objetivos y la forma de hacer la política. Es importante dar prioridad al bien común; es importante la fijación de ideales, de ideas fuerza que arranquen de la realidad social para proyectarlos a un mejor futuro para la sociedad.
Vivir no es un ejercicio fácil, los registros de este mundo en estos días son devastadores, son la consecuencia de una vida desmedida y arbitraria donde mucho parece empeorar y otro tanto nunca cambia.