Romper el ciclo es decidir cortar las cadenas que nos atan. Es dejar atrás cargas que no nos pertenecen y atrevernos a preguntar: ¿qué vida quiero construir? Para lograrlo, necesitamos valentía y honestidad: mirar nuestra historia sin miedo, quedarnos con lo que nos nutre y soltar lo que hiere.
Con la proximidad de nuevos cambios políticos, se debería tener como una condición irrenunciable, clara y definida, las propuestas de los candidatos o candidatas para mejorar la salud de una población que no parece tener ni siquiera voz para defenderse, tal vez empeorada ante la misma debilidad de los enfermos.
Lo trascendente hoy día es que miremos el aporte de ellas en el progreso de Colombia y en el papel que ya asumieron con éxito en el hogar, en las empresas públicas y privadas, en la política, en los negocios, en la cultura, en los deportes. Importantísimo esto porque además del aporte que tanto necesita la humanidad no solamente cumplen con éxito sus obligaciones sino que se zafaron de esa atarraya antigua de la sumisión y la obediencia.
Barranquilla es ejemplo, Barranquilla es modelo, Barranquilla inspira, Barranquilla se transforma, Barranquilla es talento, pero también, Barranquilla es campeona, aún sigue celebrando la estrella número 11 de su Junior del alma; los resultados de Barranquilla no sólo se respaldan en sus importantes cifras, sino en su orgullo, su progreso y su bienestar colectivo, por eso y mucho más, hoy por hoy es la ciudad líder por excelencia de Colombia
Para Colombia, el mensaje es brutalmente honesto: o vuelve a ser un socio estratégico confiable de Estados Unidos, o será tratada como un problema regional más. La diferencia entre ambas opciones no es ideológica. Es institucional.