Hay, sin embargo, algún peligro. Si del centro a la derecha se llega a primera vuelta con dos o tres candidatos, la dispersión del voto puede permitir que las mejores votaciones sean las de la izquierda extrema y la de Claudia López, por ejemplo, o la de Fajardo, si es que no se diluye como siempre.
Con la esperanza puesta en futuras generaciones y el optimismo de renacer hacia una nueva cultura dónde la memoria común sea un arma letal contra la subversión de los valores, con hombres capaces y probos, de conducta moral y ética irreprochables, quizá entonces valga la pena comprometernos en seleccionar a nuestros representantes sin fallar en el intento.
Colombia necesita líderes verdaderamente comprometidos, figuras que estén dispuestas a ir hasta el final, no a probar suerte para ver cuánto duran en la contienda, porque este festival de egos y aspiraciones sueltas solo beneficia a quien ya tiene estructura y narrativa clara, el que no necesita convencer a nuevos votantes, sino simplemente movilizar a los suyos.
La culpa no es de Petro es suya y mía, al final de todos, por la carencia nacional del colombiano de tener cultura política que nos impide votar consientes, libres e informados, depositado el voto solo por los mejores candidatos presidenciales.
Dina Boluarte busca ponerle fin a la inestabilidad política del país andino que ha visto pasar seis presidentes en los últimos años.