Leal a su mirada crítica, el jurista defiende que Colombia tiene una democracia casi de mentiras porque no existe separación de poderes ni los altos cargos asumen sus responsabilidades.
Creo en la justicia como institución y en que, como virtud de la democracia, sigue siendo el eje del ordenamiento de la sociedad. Pero cuando pierde su neutralidad para ser selectiva o utilizada, afecta la confianza ciudadana y, entonces, la justicia pasa de ser el centro del ordenamiento de la sociedad… a la causa de su desorden.
El primer alambre es el talante democrático reflejado en las palabras del candidato y en su accionar en todo su periplo vital. El respeto por la separación de los poderes públicos en su quehacer político. La aceptación de la alternancia en el poder que nos debe vacunar contra las autocracias demagógicas que se aferran a él.
No hemos podido edificar una sociedad democrática donde las diferencias políticas e ideológicas jamás concluyan en la violencia. No hemos logrado que la moderación sea un principio cardinal en el funcionamiento de la democracia.
La dignidad le permitió a Uribe enfrentar a la justicia con la entereza de quien se sabe inocente, cuando muchos escapan del país con la tolerancia de las autoridades.