Hay canciones que entran por el oído, pero esta se mete directo al alma y al paladar. Plátano maduro, el nuevo sencillo de Aida Bossa, es similar a una tajada caliente recién salida del fogón. Se siente dulce, familiar, y con ese saborcito que solo da la tradición.
Aida se dejó llevar otra vez por los cantos que marcaron su niñez en Bolívar, esos que escuchaba del señor Canole, el hombre que trabajaba con su abuelo.
De ahí viene este bullerengue, de esos cantos que el campesino entonaba camino al monte, de los velorios con tambora bajita y aquellas madrugadas en que la música servía para espantar la tristeza o acompañar la faena.
Pero este tema no se hizo de la noche a la mañana. Tiene siete años de cocción. La también actriz se metió a investigar, a buscar grabaciones antiguas, hasta que dio con unos archivos grabados en 1964 por un etnomusicólogo gringo que Manuel y Delia Zapata Olivella guiaron por los pueblos de Bolívar.

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Esas voces que hoy están guardadas en la Universidad de Louisiana son verdaderos tesoros. Entre ellas, la mamá y la hermana de la Niña Emilia, a quien Aida terminaría interpretando años después.
“Cuando encuentro ese documento, con esos audios, yo dije: fíjate lo que es la vida. Ni siquiera aquí se habían hecho esas investigaciones, y este gringo en los sesenta ya estaba grabando todo esto”.
De ese proceso salieron Azúcar, Pinderos, Rorro y ahora Plátano maduro, que llega como el cuarto sencillo del álbum que lanzará justo antes del Carnaval de Barranquilla.
Un disco que, según ella, recoge sonidos de todo el Caribe cercano. “Es tradición oral de Bolívar, pero aquí en el Atlántico y en Sucre también se van a sentir muy identificados. Ese sonido está. Ese sonido siempre aparece”.
El tema se mueve al ritmo del bullerengue sentado, pero tiene un ingrediente especial. “Es algo para disfrutarse, para bailarlo si quieres, pero también para hacer memoria. Esto es hacer memoria de nuestra tradición. Es lo que estoy haciendo con este álbum”.
Un disco que va madurando
La vida, como el plátano, madura cuando le toca. Aida Bossa lo sabe bien. Su nuevo álbum debía salir este año, pero el destino la desvió hacia una película.
Por eso no quería despedir el año sin soltar al menos un pedazo de todo lo que lleva siete años preparando. Así llegó Plátano maduro, recibido con cariño y sabor.
“Yo llego al camerino de un teatro y un show de comedia en el que están y empiezan todos: “plátano maduro, ay con el dominico”. Es bellísimo. Ese es el verdadero sentido de las tradiciones de cualquier pueblo”.

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Además, escuchando una y otra vez el canto original de Plátano maduro, Aida descubrió detalles que antes no había visto. “Dios mío, fíjate qué belleza: plátano nace de una flor. El dominico es un tipo de plátano que no se ve por aquí, sino allá en el Cesar. ‘Se quedan los muchachos con el gustico’, como cuando uno está empezando, tú sabes, la mariposita”.
Y siguen los versos, llenos de frutas que son metáforas de deseo: el guineo, el manzano, el plátano que ya casi no se ve. “Eso es lo bello de los cantos de tradición, que siempre están conectados con la naturaleza y con las cosas del pueblo”.
Y claro, entre risa y cuento, Aida suelta lo más costeño del asunto. Le encanta el plátano maduro. “Aprendí a hacer una torta facilísima en el fryer: tú metes el plátano con todo y cáscara hasta que la cáscara queda tostadita. Lo sacas, lo machacas, y ya”, expresó la artista.
Raíz llena de orgullo
Entre el canto, la actuación y la comedia, Aida se mueve como pez en el agua, pero su raíz musical viene desde antes. “Si yo me pongo a pensar bien, yo empecé fue por el canto. Mi papá es músico, yo tenía un grupo de gaitas en el colegio. Yo tocaba tambora y cantaba”.

Y aunque lleva más de treinta años viviendo en Bogotá, su acento nunca se diluyó. Al contrario, lo reforzó. “Pasé por bullying, claro. Se burlaban de la manera de hablar. Pero eso me hacía sentir más orgullosa de lo que yo era. Nosotros somos muy ricos sonoramente, en musicalidad, en acento. Donde llega un costeño, deja algo”.
Mientras tanto, Plátano maduro ya circula, fresco, dulzón y sabroso. Es una semilla más del trabajo de esta cartagenera, en el que ha querido devolverle al Caribe sus voces, sonidos e historias con la fuerza y la picardía viva del presente.




















