Constanza Meriño tiene una tradición que no falla. Cada vez que llega la temporada de mitad de año, se alista desde bien temprano en su casa en Soledad, se pone un sombrero, una sombrilla por si acaso, y toma la ruta que la conduce a Pital de Megua, corregimiento de Baranoa, para buscar esos pasteles envueltos en hoja de bijao que tanto han deleitado paladares.
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No importa si es feriado, si hace calor o si llueve. Desde hace siete años, esta soledeña emprende este viaje. “Es un excelente plan, me encanta la forma en la que acá los hacen. Es complicado conseguir pasteles tan buenos como los de aquí”.

12:15 p. m. Unos modestos 32 grados de temperatura se sentían y la escena que se repetía, además de ver a comensales disfrutando, era el agitar de los abanicos de mano que incluso regalaban en los puntos de venta.
Pero era un día de festival, así que el sudor no importaba. Y es que cuando en Pital de Megua empieza a oler a leña y a bijao, es porque las matronas están en lo suyo. Las que cocinan recuerdos, tradiciones y ese sabor que solo ellas saben darle al pastel.
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Porque sí, quiénes más si no ellas, las que madrugan, preparan los condimentos, prueban con la cuchara de palo y le echan ese toque secreto que no se aprende en ninguna escuela, sino en la cocina de sus ancestros.

Este año, como ya es tradición desde hace 33, el Festival del Pastel volvió a prender sus fogones gracias a las 65 matronas que se encargaron de ofrecer 25.000 pasteles para que los más de 15.000 visitantes que llegan de todas partes del país se dejen envolver de su sazón.
Y no es mentira cuando dicen que adentrarse en este viaje gastronómico es encontrar historias de que se saborean con arroz y amor.
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Zuli Martínez del Patiño es una de esas matronas que saben que un pastel no se hace solo con ingredientes, sino con herencia, sazón y cariño. “Tengo 33 años haciendo pasteles. Esto me lo enseñó mi suegra, que era la dueña de esta casa, y desde que arrancó el festival me metí de lleno”.
Doña Zuli vive en Barranquilla, pero en esta época del año sus ollas se vienen para este corregimiento atlanticense, donde desde hace más de tres décadas prepara delicias de cerdo, pollo, pavo, pato y hasta de gallina. “El secreto está en hacer las cosas con amor, que a uno le guste la cocina”.

Y no solo ella. Por las venas de Rocío Judith Barrios corre achiote, arroz y el recuerdo intacto de su madre cocinando.
“Soy hija de una de las pioneras hacedoras de pasteles de aquí de Pital. Ya no está con nosotros, pero cada achiote, cada granito de arroz, cada hoja de bijao que tocamos, sabemos que ella está aquí con nosotros”.
En su fogón hierven historias. Cada día preparan hasta 300 pasteles, que se van volando entre los visitantes que llegan con hambre de tradición. “Gracias a Dios nos ha ido excelente. Tenemos una clientela fiel, y con el impulso de la alcaldía y la gobernación en la publicidad, todo ha sido clave pa’ el éxito del festival”.
De todo y para todos
El aroma a hoja de bijao, cerdo y arroz especiado no solo despierta el hambre en este corregimiento, sino también el orgullo de una identidad que hoy, más que nunca, se ve y se saborea. Y así lo expresó el gobernador del Atlántico, Eduardo Verano De la Rosa, quien no escondió su entusiasmo ante la magnitud del Festival del Pastel, una tradición que, según él, ya no es solo cultural, sino económica y turística.

“Lo que ha ocurrido acá con este festival del pastel es que hoy esperamos que se vendan 25 mil pasteles y mañana otros 25 mil. Ya son cifras que no nos caben todavía en la cabeza”.
Verano destacó que este año se ha visto una mayor organización y un crecimiento en la presencia de artesanías y comercio local. “Cada vez vamos a ir perfeccionando la manera como vamos a ir organizando cada uno de estos festivales. Lo que queremos es que cada uno de nuestros municipios tenga sus propios festivales, sus propias tradiciones y nosotros les vamos a dar todo el apoyo”, dijo a EL HERALDO.
El alto flujo de visitantes este domingo al Festival del Pastel provocó que en la tarde se generara congestión vehicular en la entrada y salida de Pital de Megua.
