Una palma tejida, un hilo de algodón y un pedazo de barro bastan para crear magia. Y así, durante tres días, 80 marcas artesanales contaron sus historias en AMA, la Gran Feria Artesanal del Caribe, un espacio donde la tradición dejó de ser pasado para convertirse en futuro.
Desde el jueves hasta este sábado, Barranquilla hizo de Puerta de Oro el epicentro de un movimiento que además de vender artesanías, exaltó la dignidad del trabajo manual, la sabiduría de los pueblos y la capacidad de la región para reinventarse desde lo propio.
AMA también fue un espacio para el reencuentro. Muchos emprendedores viajaron desde diversos rincones del Caribe para compartir su oficio con un público que parecía redescubrir el valor de lo hecho a mano. Y Santa Marta, a punto de cumplir sus 500 años lo sintió de principio a fin.
En su stand compuesto por 12 emprendimientos se encuentran productos que van desde accesorios elaborados con fibras naturales hasta arte manual, pasando por alimentos con sello de innovación. Uno de los más llamativos fue un vino sin endulzantes añadidos, elaborado con frutas que usualmente se desperdician.
En Santa Marta, los árboles de mango se llenan y muchas veces sus frutos terminan en el suelo, pero Jaime Manuel Porto Infante decidió hacer algo diferente: convertir lo que se perdía en una oportunidad. Así nació Mangos Green, un emprendimiento familiar que produce vinos artesanales con frutas del Caribe.

Lea también: “El cantante Diego Pineda fue atacado a tiros cuando se movilizaba en su carro”: Policía
Todo empezó hace seis años como un proyecto social desde la Fundación Servir de Colombia. “Vimos que se botaban muchos mangos y buscamos una forma de aprovecharlos. Con ayuda del SENA, se capacitaron a personas de la zona de Matogiro, pero el proceso no avanzó como se esperaban y mi esposa quien tomó las riendas. Aprendió, se capacitó y siguió adelante”.
El primer producto fue el vino de mango. Hoy tienen una variedad como el vino de uva playa, corozo, grosella, flor de jamaica, cacao, café, cannabis y hasta hoja de coca.

Tradiciones salvaguardadas con amor
En San Juan de Tocagua, un corregimiento de Luruaco, la naturaleza y el talento se unen. Allí, Rosa Náter y su familia han hecho de la enea (una planta que crece en los humedales), la protagonista de su emprendimiento llamado ‘La misma familia’.
Cortan la enea, la secan al sol, la lavan, la clasifican y la entorchan. Luego, con sus manos, la transforman en canastos, bolsos, caminos de mesa y otros objetos llenos de identidad.
“Todo lo hacemos entre mamá, papá e hijos y aquí vemos el resultado como bolsos, canastos, productos para la mesa hechos con amor por una familia que le apasiona lo que hace”.

Mientras que en Barranquilla, a los 59 años, Mariadora Sánchez encontró en el crochet una nueva forma de expresarse y fue gran inspiración para el nacimiento de Grass Accesorios, una joyería artesanal que hoy, de la mano de su hija Gina Paola Sánchez, transforma la identidad colombiana en piezas de arte.
Desde hace más de una década, esta madre e hija han tejido y cincelado collares y aretes que cuentan historias como marimondas del Carnaval, hojas de plátano, cayenas, colibríes, figuras precolombinas y hasta el mapa de Colombia.
“Todo se dibuja a mano, se corta con segueta, se martilla, se dobla y se pule. Luego, cada pieza se baña en oro de 24 quilates. Ha sido una feria maravillosa, hemos hecho muchos contactos, entregado tarjetas, nos han abierto puertas para vender en tiendas a nivel nacional”.

Moldeando alma sucreña
Desde que era una niña, Yamari Anaya robaba barro a escondidas de su abuela para jugar a ser alfarera. Lo moldeaba con los codos, con las rodillas. Hoy, esa pequeña es una de las grandes guardianas de la cerámica ancestral de Sucre, oriunda del municipio de San Juan de Betulia, pero con el corazón arraigado en su pueblito Albania.
“Todo esto es hecho a mano. Lo que traemos aquí es una pequeña muestra de la riqueza artesanal de Sucre. Tenemos piezas en barro, en palma de iraca, en caña flecha, bordados a mano, y por supuesto, delicias gastronómicas como los diabolines de Betulia, los ajos molís, las bolitas de leche”.

Lea también: Shakira sigue sorprendiendo en Estados Unidos, esta vez cantó junto a Rauw Alejandro
Su labor es un oficio heredado, hecho en comunidad, especialmente por mujeres que trabajan con barro, leña y excremento seco de vaca. El proceso comienza con la selección del barro, su “despeluzada” y colado para evitar rajaduras.
“Luego, el secado que es un ritual tan delicado como criar a un niño, porque hay que proteger cada pieza del sol, del viento, de la llovizna”.
En su repertorio hay de todo: floreros, tinajas, materas, platos, soperas y arroceras.