En medio de la alegría del Carnaval de Barranquilla, donde todo es música, color y tradición, hay un personaje que se ha ganado el cariño de la gente por su increíble parecido con el papa Francisco. Se llama Mario Tarud, nació en Barranquilla en 1964, es abogado y politólogo, y desde hace más de diez años encarna al Pontífice con respeto, alegría y mucho corazón.
Todo comenzó el 16 de marzo de 2013. Estaba conversando con unos amigos cuando una mujer lo miró y le dijo: “¡Francisco! ¡Eres igualito al papa Francisco!”. Desde ese momento, Mario supo que podía rendirle un homenaje diferente, desde el Caribe, con el alma alegre de su gente.
“No fue por obligación. Fue porque sentí una conexión con él: por su mensaje sencillo, su manera de vivir y su ejemplo. La coincidencia en los temas sobre lo que se expresaba y el parecido físico que algunas personas me decían que tenía mi aspecto con él. Es decir, había una conexión, no solo de ideas sino de imagen”, cuenta Tarud, quien ha ganado dos Congos de Oro gracias a su personificación.
Eso sí, hay diferencias: el traje del ‘papa quillero’ es blanco puro, más fresco para el calor de Barranquilla, en vez de papamóvil, se mueve en motocarro, y en lugar de ser hincha de San Lorenzo, como el verdadero Francisco, él es fiel al Junior.
Lea también: Así serán los próximos días del Vaticano sin papa tras la muerte de Francisco
Hoy, mientras el mundo lamenta la partida del Papa o reflexiona sobre su legado, Mario Tarud siente que pierde a alguien cercano. “Lo recordaré siempre como el hombre que nos enseñó a vivir con alegría, sin juzgar, y a ver en cada obstáculo una oportunidad para crecer”, expresó a EL HERALDO.
Pero no todo fue tan simple. Tarud confiesa que al principio tuvo dudas: “Cuando empecé con esta representación, me preguntaba cómo lo iban a tomar los fieles y la Iglesia. Colombia es un país profundamente católico y sabía que no todos entenderían. Por eso, desde el primer día, dejé claro que esto no era burla ni sátira. Es un tributo con respeto”.
En más de una década recorriendo desfiles y eventos, nunca ha recibido una queja. Al contrario. “Los curas con los que me he cruzado me han dado su bendición. Algunos me agradecen la seriedad con que lo hago, y los que son amigos me piden tomarnos una foto”, dice.