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A las 9:30 a.m. la temperatura registraba 32° en el popular barrio El Concord de Malambo, pero no era impedimento para que un grupo de niños pertenecientes a colegios cercanos del sector se tomaran las calles haciendo su propio Carnaval. A lo lejos, un personaje particular tomaba protagonismo... nada desconocido en la zona.

—Carlos, ¿Cómo estás?, le grita una vecina, mientras él saluda con su mano sin perder de vista a los niños que lo siguen en el recorrido.

“Indio”, le dicen otros. Y seguramente ya se imagina el personaje. Sí, ese que parece brillar más que el sol en los desfiles, el popular ‘Mohicano Dorado’, rey Momo 2015, quien se ha paseado las calles de la fiesta durante cinco décadas.

Cansado, pero feliz, abre la reja de su casa ubicada exactamente en la carrera 27A No. 22-41, saca dos mecedoras y sin dejar de sonreír dice que se siente de 20 años, aunque su fecha de nacimiento data de 1949, es decir, 76 años.

—Muy contento con la edad que tengo, porque todavía me siento con vitalidad para seguir impartiendo mi alegría carnavalera. Esa alegría me sale de la sangre, a todo el pueblo barranquillero y a los que vengan de afuera.

Es imposible hablar de Carnaval sin mencionar su nombre. El Indio Mohicano Dorado es todo un ícono, un espectáculo de oro que, con su presencia hace que el público grite más fuerte.

Vecinos siguen su paso sin dejar de observar la tertulia que a esas horas de la mañana se tomaba la terraza de su hogar. Pero, “es el Mohicano, lo deben solicitar mucho”, se imaginarán algunos. Sin embargo, ¿Quién es Carlos Cervantes, más allá de la fiesta?

—Yo soy un mamador de gallo aguerrido. Todo el vecindario me quiere porque aquí la mamadera de gallo no falta. Así me trato con mis hijos, mis nietos, con todo el que se acerque. Aquí tiene el corazón abierto. Yo puedo discutir con alguien, pero a otro que no tiene la culpa le muestro mi alegría.

Josefina VillarrealEl Indio Mohicano Dorado brilla bajo el sol de la Vía 40 gracias a una mezcla de aceite mineral, polvos dorados y crema humectante que aplica en menos de cinco minutos.

¿Cómo nació el personaje?

La historia de su disfraz parece estar llena de coincidencias, cine, enciclopedias y destellos dorados. Antes de ser El Indio Mohicano Dorado, Carlos se disfrazaba de caníbal, de indio africano, pintado de negro de pies a cabeza.

—Pero un día salí a un desfile y vi una cantidad de negros que dije: “Carajo, ya no soy yo solo, ni tres ni cuatro… ¡ya son como 180!”, suelta una carcajada, recordando aquella multitud en la que se encontraba y allí mismo supo que tenía que cambiar de disfraz.

Su fascinación por las etnias indígenas venía desde la infancia. De niño, su papá lo llevaba a ver las películas de Tarzán, pero él no se fijaba en el hombre blanco que gritaba en la selva, sino en los indios.

—Me aprendí el grito de guerra de ellos: “¡Wow, wow, wow, wow!”. ¡Y todavía lo hago!— dice, antes de soltar su característico aullido, pero el destino de su disfraz se selló una tarde de 1976.

—Me senté a descansar y prendí el televisor. Estaban pasando La leyenda del Dorado, de James Fenimore Cooper. ¡Y ahí lo vi! El indio, sus pinturas, su peinado. Cogí papel y lápiz y comencé a tomar todos los detalles.

Pero…cuando la película terminó, algo más llamó su atención.

—Había una enciclopedia abierta sobre la mesa. Decía “La leyenda de la Laguna de Guatavita”. Miré la imagen y vi a un hombre parado, todo pintado de dorado. Leí el párrafo y decía que el cacique se untaba de polvo dorado para rendir tributo a sus dioses.

Carlos se acordó de unas papeletas de bronceador en polvo que tenía. Las revolvió con manteca de cocina, se echó un poco en la mano y la puso al sol.

— ¡Me gustó el brillo! Me dije: “Este es el mío”.

Tomó el nombre de los indígenas americanos, lo mezcló con la leyenda del Dorado, y nació El Indio Mohicano Dorado, teniendo su primera salida hace 50 años en la Batalla de Flores que aquel entonces recorría la carrera 43. Todo un hecho que marcaría su vida.

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Transformación total

La trasformación no es tarea sencilla. Desde el viernes en la tarde comienza el ritual: cartulinas regadas, pinturas abiertas, gelatina sin sabor lista para endurecer el peinado, todo lo necesario.

—Miren dónde están las cartulinas, que estamos atrasados con las actividades, dice señalando los elementos.

Mientras sigue relatando su historia una figura familiar pasa justo frente a su casa.

—¡Mi estilista, la que me para el pelo y me motila y todo! —Es ella ¡Diana, ven acá!

Diana Rodríguez, su fiel estilista de confianza llega a la terraza de Carlos. Es la mano detrás de esa cabellera que se mantiene firme durante días, resistiendo todo.

—La técnica es gelatina sin sabor y moldeo con calor. Primero se va aplicando poco a poco, mientras se pasa el secador. Así se va endureciendo hasta que queda listo.

Son aproximadamente 30 minutos para que quede tan perfecto como se le ha visto en estos últimos años, que ni la brisa es capaz de despeinarlo ni un poco.

—Diana, mañana es la coronación, te voy a buscar temprano. No te olvides el cuento, dice Carlos en esta conversación que se gestó un 27 de febrero, un día previo a la Coronación de los Reyes del Carnaval 2025.

Por problemas de salud que ha enfrentado en los últimos días, no se pudo personificar, pero saca uno de los más de cinco cuadros que adornan su casa y muestra una bella imagen en compañía de sus ‘Guerreros de plata’, su semillero.

Allí su rostro muestra una expresión desafiante, con la boca abierta en un grito de batalla.

Sujeta un escudo grande y redondo decorado con lentejuelas, en su otra mano sostiene un ancla que curiosamente tiene tatuada en su brazo derecho.

—Es que yo también soy un suboficial retirado y aquí dice A.R.C. Estaba yo muy jovencito, tenía como unos 15 años.

En la foto también se ve el guayuco y una nariguera que antes era perforada pero que, por cuestiones de salud, ahora ajusta a presión. En su oreja izquierda, un arete de plata que más de uno le cuestiona.

—No te vas a quitar ese arete, viejo, le dice más de uno.

—Ajá y ¿por qué? si es el del billetico, responde con su picardía y carisma.

Esfuerzo y dedicación

La casualidad quiso que en ese momento también pasara Lady Cabrera, su modista de confianza, la encargada de confeccionar junto a él los vestuarios que lo han acompañado a lo largo de los años.

—Él siempre viene con las ideas y yo se las hago realidad. Todo para mantenerlo contento, dice la mujer mientras choca la mano de Carlos.

La producción no es poca cosa. Entre diseños, telas y bordados, hay meses enteros de trabajo detrás de cada atuendo.

El Mohicano se acomoda en su silla, cruza los brazos y suelta una carcajada. No se imagina un año sin hacer lo que ama, sin pintarse en plena Vía 40 esperando el desfile junto a los suyos. Así que él lo tiene claro y su esposa también, quien desde la cocina apoya todo lo que dice.

—¡Voy a ser el Mohicano hasta que me muera! Y si me toca en silla de ruedas, en silla de ruedas seguiré.

JOSEFINA VILLARREALHERRERACon su disfraz, Carlos Cervantes ha ganado más de 20 Congos de Oro, logró ser Rey Momo en 2015 y ha representado al país a nivel nacional e internacional.

El legado está lejos de desaparecer

Carlos ha forjado una historia que no termina con él, sino que se proyecta hacia el futuro a través de sus hijos y una comunidad que ha crecido viéndolo brillar en cada carnaval.

“Ahí están los niños, el auténtico semillero, El Mohicanito Dorado. De la mano del hijo mío, la leyenda continúa”. Y es que, como él mismo lo dice, la verdadera esencia de un legado no está en quien lo inicia, sino en quienes lo mantienen vivo.

“Eso es de pronto lo valioso y lo importante de todo esto, que si usted ya mañana no está, sabe que va a seguir. Hay quienes dejan en herencia bienes materiales, pero otros dejan una historia, una identidad. Ya hay una cuarta generación que es una bebita, así que más feliz no puedo ser con esto”.