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El disfraz es más que una simple vestimenta en el Carnaval de Barranquilla. Es una herramienta de expresión, una forma de transgresión y un camino hacia el autodescubrimiento.

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Así lo expusieron el artista Yuyo del Valle y el fotógrafo Rafa Bossio en una conversación con Susana Bacca, curadora del Museo de Arte Moderno de Barranquilla (MAMB), durante el Carnaval de las Artes 2025.

Para Yuyo del Valle, su relación con el disfraz comenzó en la infancia, cuando su madre y su abuela le confeccionaban trajes para el carnaval. Con el tiempo, se convirtió en un espacio de libertad y exploración personal, especialmente en una sociedad con normas rígidas sobre la identidad.

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“Para mí, el disfraz era mi ruta de escape. Evidentemente yo también soy un hombre gay de los 80. Y como un hombre gay de los 80, teníamos que llevar ciertos lineamientos o adaptarnos a ciertas normas y reglas de la ciudad. Porque al final, esta es una ciudad machista que se esconde en el carnaval para darle rienda a muchas otras cosas. Pero fuera del carnaval no tenemos la posibilidad de explorarnos, de identificarnos con otra cosa. De encontrarnos, de descubrirnos”.

Con los años, encontró en la danza otro espacio para jugar con el disfraz y la identidad. Desde su formación con Marleni Cortés hasta su incursión en grupos de danza experimental, descubrió que el disfraz le permitía no solo representar personajes sino reinventarse a sí mismo.

Además El Carnaval de las Artes le da el puntapié a la reflexión

“Cuando uno empieza a ver que tiene esa posibilidad de decidir quién quiere ser, se te abre el abanico. Ya no es solo ser cumbiambero o monocuco, sino que empiezas a crear personajes, a pensar cómo quieres verte, cómo quieres bailar, cómo quieres expresarte”.

El fotógrafo Rafa Bossio, por su parte, reflexionó sobre cómo el disfraz, al igual que la fotografía, es un acto de construcción de identidad y memoria.

Johnny Olivares /El Heraldo

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“La cámara es un objeto que produce o reproduce realidades. Pero también genera una realidad alterna. La fotografía no es solo capturar lo real, sino ficcionar la realidad. Y en el carnaval, la gente que se disfraza está creando su propia ficción”.

Bossio también compartió una anécdota familiar que ilustra la doble moral en torno al disfraz y la identidad de género. Recordó que su padrino, un médico muy reconocido en Barranquilla, se disfrazaba de mujer en carnaval y era celebrado por ello.

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“Pero claro, era un hombre heterosexual con dinero, entonces ahí sí se lo celebraban. Y yo decía, bueno, ¿será porque él es médico y tiene plata? Ah, no, porque entonces el cuento era que era un hombre heterosexual hecho y derecho con sus hijos. Entonces, ¿dónde está el juego aquí? Pues es la doble moral”.

En su mirada fotográfica, Bossio busca retratar ese instante en el que la gente, a través del disfraz, rompe con lo cotidiano.

“El disfraz desactiva el control de los demás sobre tu cuerpo y expande el control sobre tu propio yo”, afirmó.

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“Eso es lo que me parece bello del disfraz y por eso yo también creo que fotografío a la gente que se disfraza. Porque eso no es fácil: primero encontrar un disfraz, segundo, construirlo, y tercero, ir a exponer ese disfraz allá. También necesita de una imaginación”.

La conversación dejó en claro que el disfraz es mucho más que una vestimenta de fiesta: es un símbolo de libertad, de resistencia y de creatividad en un espacio donde, por unos días, se permite ser quien realmente se quiere ser.