Si usted camina por Barranquilla en esta época y de repente escucha el retumbar de los tambores, el sonar de las flautas de millo o los gritos eufóricos de un caporal llamando a su tropa, no se asuste. No es un desfile fuera de fecha ni un desorden. Es simplemente la ciudad calentando motores, porque en tiempos de Carnaval, las calles se convierten en escenario y los ensayos en una especie de ritual sagrado.
Eran las siete de la noche de un jueves y, como de costumbre, el Parque Olaya, ubicado en el suroccidente de la ciudad, comenzaba a llenarse de música y tradición. Los hombres, con sombrero en mano, caminaban hacia la plazoleta, mientras que las mujeres, envueltas en faldas blancas, llegaban una a una.
Era noche de cumbia, noche de ensayo, noche de La Gigantona, la cumbiamba que por 25 años ha convertido este rincón de Barranquilla en su mejor templo.
Desde el otro lado del parque, observando la llegada de sus bailarines, estaba Germán Álvarez Cabrera, Rey Momo 2017 y director del grupo, quien ha sido el artífice de que La Gigantona nunca haya dejado de bailar.
“Nuestra sede desde que volvimos al Carnaval hace 25 años ha sido el Parque Olaya. Yo vivo justo al frente, y desde hace más de dos décadas ensayamos aquí, al aire libre. Es lo mejor que hay”.
Y es que en Barranquilla, la cumbiamba siempre ha ensayado en la calle, en esquinas. Pero los tiempos cambiaron. Con la llegada del Código de Policía, las restricciones hicieron que los ensayos en plena vía pública fueran casi imposibles.
La Gigantona encontró refugio en el parque, un espacio donde la tradición pudo seguir viva.
“Cuando pusieron el CAI aquí, al principio pensamos que iba a ser un problema, pero ha sido una bendición. Nos ha ayudado muchísimo y nos permitió hacer del parque nuestra casa”.
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Los primeros tambores retumban y el ensayo comienza. Los pies se deslizan sobre la plazoleta con la cadencia de un rito ancestral.
“Este tipo de ensayos deben hacerse al aire libre. Es una terapia, cada persona llega de su trabajo, de su día agotador, y encuentra aquí un respiro. El aire, los árboles, el ambiente, eso mejora el ánimo”.
Más allá de la danza y la música, La Gigantona es un punto de encuentro para la comunidad. Las familias del barrio ya saben que, cuando cae la noche y los tambores comienzan a sonar, el parque se convierte en un escenario.
“Mucha gente se programa para venir a vernos ensayar”, dice Álvarez. “Vienen con sus hijos, o sus abuelos, es un momento en el que el barrio se une, disfruta y siente el Carnaval desde antes”.
Un gran ambiente
“¡Pose de tribu!” La voz de Marlio Cortés, director de la comparsa Afrocaribe, se escuchó con fuerza y más de 100 bailarines adoptan la postura. Brazos extendidos, cuerpos tensos y listos para el movimiento.
No hay un teatro ni un estudio con espejos de pared a pared. La calle es su mejor pista de baile. En el parque Miramar, un espacio no convencional, el arte lucha por existir.
“Ensayamos los sábados todo el año, de 4 a 6 de la tarde, pero ahora con el Carnaval tan cerca, hemos aumentado a cuatro días por semana: lunes, martes, jueves y viernes”, dice Cortés mientras organiza a su equipo.
El ensayo arranca con una charla. No solo es bailar, es entender qué se va a hacer, cuál es el objetivo de cada movimiento, de cada formación. Luego, un calentamiento intenso, porque los cuerpos deben estar preparados para el desgaste que implica una coreografía de alta intensidad.
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“Antes ensayábamos en espacios cerrados, pero ya no cabemos. Nos ha tocado recurrir a espacios públicos, pero a veces es difícil porque muchos están reservados solo para el deporte y no para la danza. Sin embargo, aquí nos ha ido muy bien”.
Estefanía Dávila se preparaba para marcar el paso, cuenta que la danza ha sido su refugio y su pasión. Aunque vive en el barrio La Victoria, eso nunca ha sido un obstáculo para asistir a los ensayos, incluso después de sus clases en la universidad, donde cursa quinto semestre.
“A mí me encanta mucho ensayar acá al aire libre porque me salgo un poco de la rutina. Acá nos preparamos mucho y es un sentimiento increíble ver a la gente emocionada, levantándose a aplaudir”.
Mucha disciplina
“Barbilla arriba, pecho afuera y proyecta”, suena la orden mientras los bailarines de la comparsa Dacaná se acomodan con el río Magdalena como testigo.
Las más pequeñas, vestidas con enterizos negros y faldas rojas, ocupan la primera fila. A su alrededor, los demás integrantes se preparan.
En las gradas del teatrino del Gran Malecón, las botellas de agua y los bolsos esperan en manos de familiares y amigos.
Richard López, coordinador artístico de la comparsa desde hace 13 años, observa con mirada crítica y orgullosa.
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Hace más de dos años que ensayan en este escenario abierto, después de pasar por parques en el barrio San Salvador y colegios que les cedían espacio.
“Lo que anima a un bailarín es el público, los aplausos. Ver la alegría de la gente, cómo disfruta lo que hacemos. De eso se trata, de transmitir un sentimiento, una emoción”, explica Richard mientras observa a sus bailarines. En un lugar cerrado, el esfuerzo era el mismo, pero la ausencia del calor del público hacía falta. Ahora, cualquier persona que pasea por el Malecón puede detenerse y contagiarse del ritmo.
¡Viva la Danza del Garabato!
Las afueras de la Catedral Metropolitana María Reina también se convierten en pista de baile. Allí decidieron darse cita algunos integrantes de la comparsa Torito en Carnaval junto a Cipote Garabato, Garabato del Norte, Garabato de la 8 y el Garabato de Marco Fidel Suárez.
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“Aunque ya las tengamos listas, siempre hay algo que mejorar. Si la mano va en línea recta, nadie puede tenerla en diagonal. Se corrige enseguida y en este lugar hace bastante brisa y la gente nos ve”, dijo Andrea Ariza, una de las coreógrafas.
Desde septiembre del año pasado, un grupo de bailarines comprometidos con la tradición comenzó su preparación para representar, con rigor y pasión, la danza del garabato Quilla D’ Carnaval.
“Representamos la lucha entre la vida y la muerte, y esta es una danza patrimonial con reglas muy específicas que respetamos mucho. Así que aquí en el Parque Sagrado Corazón estamos satisfechos porque ensayar en un parque es revivir la esencia del Carnaval”, dijo su director, George Velásquez.
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