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El silencio ha caído sobre la pluma que, por casi seis décadas, narró con sátira y picardía la historia de Barranquilla. Alfredo de la Espriella, el cronista falleció este jueves 30 de enero dejando un gran legado en la memoria cultural de la región. La gestora cultural y periodista Diana Acosta le rindió homenaje con un bando de despedida, una forma simbólica de exaltar la vida de quien, año tras año, puso en palabras la esencia barranquillera.

“¡Atención, pueblo barranquillero!

El relator del ingenio se ha quedado en silencio, despedimos a un cronista, un verbo sincero.

Por casi sesenta años dictó la sentencia,

con sátira fina y con elocuencia.

Sus bandos, sus versos, su humor sin igual, le dieron a las reinas carnavaleras un trono inmortal.

Su pluma tejió la historia festiva, y sus letras aún resuenan en cada esquina

¡Que viva Alfredo! ¡Que viva su pluma!

¡Queda dicho, queda escrito!

Barranquilla, a los 30 del mes de enero de 2025, con el corazón en duelo y un homenaje verdadero.

Instagram / @mariposacosta

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Así fue el edicto que publicó Acosta en sus redes sociales este jueves, un día en que Barranquilla se vistió de luto para despedir a su gran relator.

Alfredo de la Espriella no solo fue el autor de los bandos carnavaleros durante casi 60 años, sino que también se convirtió en el guardián de la memoria de la ciudad. La exsecretaria de Cultura del Atlántico, lo describe como un cronista que con su agudo sentido del humor reflejaba la realidad local y nacional en cada una de sus líneas.

Lo recuerda con especial cariño su vínculo con él, que comenzó en su infancia, cuando el Museo Romántico abrió sus puertas. “Yo era de voz infantil y tuve la gran oportunidad de ver cómo esa fiesta que había, por lo que él había logrado, y luego ver cómo recibía alcaldes, recibía gobernadores”, contó.

Su capacidad para narrar la historia con picardía y su particular tono de voz al pronunciar “Barranquilla” alargado, como si lo saboreara, son recuerdos que quedan en quienes lo conocieron.

“Definitivamente, Alfredo, cuando hablamos y leemos y estudiamos sobre el sentido de pertenencia, era la representación de lo que el sentido de pertenencia es”.

Años después, cuando Acosta fue Secretaria de Cultura, intentó recuperar el museo y trabajó con un museógrafo para restaurarlo, pero el proyecto no pudo concretarse. “Es una de esas tristezas que tiene mi alma, de no haber podido trabajar de la mano con el equipo en ese momento”, confesó.

Para ella, De la Espriella fue el gran cronista de Barranquilla. Su humor y sátira, no solo en los bandos carnavaleros, sino en múltiples textos y libros, construyeron una memoria urbana de la ciudad contada desde la esencia Caribe. “Cuando comencé a trabajar en Carnaval de Barranquilla y me di a la tarea de aprender de la fiesta, los primeros textos que llevé a mi mano fueron los relatos de Alfredo”, reveló Acosta.

Y más allá del Carnaval, conocía muchas anécdotas. “Uno le preguntaba cómo nació Joselito Carnaval y él contaba que el cochero de una de las familias prestigiosas de Barranquilla se quedó dormido, los amigos lo recorrieron por todas las calles y de ahí nació Joselito Carnaval”.

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Su gran sentido de pertenencia con Barranquilla

Su capacidad para leer la realidad y plasmarla en los bandos carnavaleros fue una de sus mayores virtudes. Durante casi 60 años, con su pluma afilada y su humor inteligente, Alfredo supo capturar el sentir de la ciudad y del país. “Incorporaba en los bandos lo que estaba pasando, con un toque de humor, para que nosotros, en medio de la fiesta, estuviéramos conectados con las realidades locales y nacionales”, explicó la periodista.

Esa habilidad de Alfredo para narrar Barranquilla no solo quedó en sus textos, sino en los objetos que custodiaba con devoción. Acosta recuerda un episodio en el Museo Romántico cuando él donó una grabadora portátil de carrete con la que hacía sus primeras entrevistas. “Esos objetos, relacionados con el amor y con la memoria de la ciudad, los ponía al servicio de que recordáramos quiénes somos”, dijo.

Y eso, precisamente, es el mayor legado de De la Espriella: el sentido de pertenencia. “Cuando hablamos y estudiamos sobre el sentido de pertenencia, Alfredo era la representación de eso. Nos enseñó a no olvidar lo que somos, nuestra identidad, nuestras raíces”, reflexionó Acosta.

Para ella, su despedida debe servir de ejemplo de que lo local no puede perderse en lo global. Que la historia de Barranquilla debe seguir contándose, celebrándose y preservándose. “Independientemente de que lo global nos distraiga, lo local es lo más importante que tenemos. Y Alfredo nos enseñó a amarlo”.