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Este viernes se conmemora el centenario del nacimiento de Matilde Díaz, una de las figuras más emblemáticas de la música torpical colombiana.

Nacida el 29 de noviembre de 1924 en San Bernardo, Cundinamarca, Matilde se convirtió en la primera gran dama de la música tropical, dejando una huella imborrable como la voz principal de los inolvidables clásicos del maestro Lucho Bermúdez.

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Con su timbre dulce y poderoso, Matilde Díaz marcó un antes y un después en la historia de la música de Colombia. Su interpretación impecable de géneros como la cumbia y el porro, bajo la dirección del maestro Bermúdez, elevó estas melodías a un escenario internacional, convirtiéndolas en emblemas de la identidad musical del Caribe colombiano.

Canciones como Te busco, San Fernando, y Tolú se consolidaron como auténticos himnos gracias a la magia de su voz. En una época en la que la participación femenina en la música era limitada, Matilde rompió barreras al convertirse en la vocalista principal de la orquesta de Lucho Bermúdez, ganándose el reconocimiento y el cariño del público.

Una historia de amor y música

La historia de amor y música entre Matilde y Lucho Bermúdez trascendió el ámbito personal para convertirse en un fenómeno artístico. Su matrimonio, aunque breve, fue una época de esplendor para la música tropical, ya que ambos compartían un talento excepcional y una visión clara de lo que querían lograr: difundir los sonidos de Colombia al mundo. Producto de su amor nació una hija llamada Gloria María.

En 1945, ya como parte fundamental de la orquesta de Bermúdez, director y cantante viajaron a Buenos Aires para grabar el primer disco de una larga carrera que se resume en clásicos como: Carmen de Bolívar, San Fernando, Te busco, Salsipuedes, Fantasía tropical y La múcura. Allá se casaron por lo civil, inicio de una relación profesional y afectiva que se prolongó hasta 1963, año en el que se anunció su divorcio en medio de una importante polémica.

Pero la importancia de Matilde en el desarrollo de la música popular colombiana va mucho más allá de sus grabaciones con Bermúdez. Sumado a sus amplias facultades para asumir bambucos, pasillos y otros aires del interior, tras su sonado divorcio la carrera de Matilde tuvo continuidad en grabaciones con la orquesta del panameño Marcos Gilkes, con arreglos del músico Armando Velásquez e incluso cantando a dúo con su segundo esposo, Alberto Lleras Puga, hijo del presidente Carlos Lleras Restrepo.

Hasta sus últimos días se mantuvo cantando Matilde Díaz, Hacia 1999 estaba esperando el lanzamiento de un CD triple con 60 canciones. El proyecto empezó a dilatarse y Portaccio la interrogó al respecto. Ella, haciendo gala de su eterno sentido del humor, le dijo: “es que están esperando que yo me muera para venderlos más, pero se van a joder”.

A través de su arte, Matilde no solo dejó una discografía inmortal, sino que también abrió caminos para otras mujeres en la música. Se consolidó como un referente y una inspiración para futuras generaciones de artistas que encontraron en su ejemplo la fuerza para perseguir sus sueños.

Aunque nació en San Bernardo, Cundinamarca, ella siempre declaró que era nativa de Icononzo, Tolima en donde transcurrió su niñez. Su carrera profesional en la música la inició desde niña cuando conformó un dúo con su hermana Elvira, el cual alcanzó notoriedad cuando la familia se trasladó a vivir a Bogotá y se presentaron en programas musicales en la Radio Mundial, la Voz de Bogotá, la Voz de la Víctor, en la Radio Nacional y en el Teatro Municipal, apoyadas por músicos como el maestro Wiston Miranda, cantando bambucos y pasillos.

Celebrando su centenario

Un siglo después de su nacimiento, el nombre de Matilde Díaz sigue sonando con fuerza entre los amantes de la música tropical colombiana. Hoy, su voz, inmortalizada en grabaciones que aún suenan frescas y llenas de vida, nos recuerda la grandeza de una mujer que, con talento y determinación, puso en alto el nombre de Colombia.

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El escritor Barranquillero José Portaccio Fontalvo es el autor de “Matilde Díaz, la única”, biografía de la célebre cantante. En ella afirma lo siguiente: “La lírica de Matilde es una música que jamás va a pasar de moda; podrán transcurrir 40, 50, 100 años y siempre la estaremos escuchando. Puede ser que las generaciones de entonces no sepan quién era Matilde Díaz, pero van a gustar de su música. De esto no nos cabe la menor duda”.

Matilde Díaz no solo cantó canciones; interpretó emociones, contagiando alegría y dejando un legado que sigue siendo motivo de orgullo nacional. Su centenario es la ocasión perfecta para recordar que las voces auténticas nunca se apagan, y la suya, sin duda, seguirá siendo eterna.