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Entender que la vida es pasajera y que los amigos no son eternos, es quizá de lo más difícil que debe reconocer el ser humano. Que el transitar por este mundo tiene fecha de caducidad. Que las enfermedades están a la orden del día. Que nadie escapa de ella.

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Por ello, siempre es necesario reflexionar sobre la muerte, mirarla a los ojos y acompañar a aquellos que están más cerca de ese fin terrenal. Y el arte es una de las mejores formas para hacerlo.

En ese sentido, el cineasta español Pedro Almodóvar reflexiona sobre estos temas en su película La habitación de al lado, con la que se alzó con el León de Oro del Festival de Cine de Venecia y que además marca su primer largometraje en inglés.

Protagonizada por Tilda Swinton y Julianne Moore, esta película narra cómo Ingrid (Moore) y Martha (Swinton) fueron muy amigas en su juventud. Ambas trabajaban en la misma revista, pero Ingrid acabó convertida en novelista de autoficción y Martha en reportera de guerra.

Las circunstancias de la vida las separaron y, después de muchos años sin tener contacto, vuelven a encontrarse en una situación extrema, pero extrañamente dulce.

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El Deseo de Pedro Almodóvar/EFE/El Deseo de Pedro AlmodóvarJulianne Moore, Pedro Almodóvar y Tilda Swinton durante el rodaje del largometraje.

Saber acompañar

Para el español, la película en esencia es sobre la compañía. De estar en el dolor y en el placer, por lo que esta es una de las cualidades más benefactoras para el ser humano. Algo superior a los grandes sentimientos como el amor, la amistad o la hermandad.

“Estar al lado, en complicidad silenciosa, solidaria, humana, a veces es lo máximo que podemos hacer por otras personas. Ni siquiera es necesario ser un buen interlocutor, que sería como una prolongación de saber acompañar. Para acompañar no es necesario hablar, preferiblemente acompañas para escuchar, saber escuchar de un modo activo, que la persona que habla vea sus palabras reflejadas en los ojos de quien le escucha y acompaña”, dice.

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La amistad y la muerte

Almodóvar reconoce que La habitación de al lado habla del renacimiento de una vieja amistad, en una situación íntima y extrema. Una de las amigas, Martha, va a morir y la otra, Ingrid, aprenderá, entre otras cosas, a reconocer y a aceptar la muerte, siempre que sea decidida por la persona; también que la muerte, en definitiva, no es el final absoluto. Y que lo importante no es el fin, la muerte en sí, sino lo que sucede en ese proceso de acompañamiento y renacimiento.

Las personas no mueren del todo; desde mi ateísmo, en el guion de esta película se ha colado la posibilidad de la reencarnación o de que “más allá” exista algo más que oscuridad. Martha, la enferma de cáncer terminal, se reencarna (no de un modo literal ni paranormal) en su amiga Ingrid. Este es el proceso del que habla la película, la amistad recuperada por las dos mujeres, que se sublima en una emoción similar al amor, pero sin los inconvenientes del amor, durante las semanas que ambas comparten la Casa del Bosque”.