Hay luto entre los hacedores y amantes del Carnaval de Barranquilla, debido a la muerte de Alba Marina Ahumada Ruiz, todo un símbolo de la representación femenina dentro de la fiesta cultural más grande de Colombia.
Esta exintegrante del Congo Grande de Barranquilla, se convirtió en la primera mujer en participar en esta danza guerrera, en la que inció en el año 1957.
Alba falleció a sus 84 años y sus honras fúnebres se celebraron en Jardines de la Eternidad sede sur. Deja un legado invaluable para la danza del congo al desafiar roles establecidos en la sociedad, atreviéndose a danzar en las cuadrillas en una época en la que la danza del Congo Grande solo era masculina.
La Fundación Congo Grande de Barranquilla expresó que: “lamenta profundamente el fallecimiento de nuestra compañera Alba Marina Ahumada Ruiz, quien fue la primera mujer en portar un vestuario de congo. Nuestras condolencias y solidaridad a sus familiares”.
Asimismo, la organización Carnaval exalta el inmenso aporte de Alba a la tradición y la cultura de esta danza icónica del Carnaval de Barranquilla, un valor cultural que traspasa generaciones y que quedará en la memoria de todos los que la conocieron.
Su historia
Una cerveza helada fue el combustible que necesitaba. Se miró en el espejo y respiró hondo mientras delineaba su bigote y ultimaba detalles de su barba. Miró su reloj: ya era hora de salir. Terminó su bebida en cuatro largos tragos y fue como si hubiera recobrado la vida. Emoción, euforia y hasta miedo sintió cuando se puso sus lentes de sol y agarró el machete de madera. Vio su reflejo por última vez: parecía un hombre.
Era la Batalla de Flores de 1957. La gente observaba con curiosidad a uno de los miembros de El Congo Grande que se veía un poco más menudo que los demás. Era Alba Ahumada, de 17 años. Una mujer que le dio un giro a la historia de la danza vistiendo por primera vez el turbante cilíndrico, la capa y los pantalones coloridos, símbolos de estos negros guerreros.
Tres años atrás Colombia aprobaba el voto femenino, pero fue hasta diciembre del 57 cuando las mujeres decidieron en las urnas. Alba aún era menor de edad para sufragar. No obstante, antes del Miércoles de Ceniza ya se había estrenado en el Camellón Abello, antiguo Paseo Bolívar, por donde desfilaba el Carnaval en la época. Bailó en una danza que, en ese entonces, era netamente masculina. Lo hizo con “los pantalones puestos“ en un territorio “gobernado por machos”.
“Mi pasión por el congo empezó siendo una niña. Yo me iba bailando detrás de las cuadrillas, imitando los movimientos que ellos hacían. Vivía en el Barrio San Felipe, muy cerca de donde ensayaban. Cuando volvía, mi mamá me pegaba y mi papá tenía que decirle que me dejara quieta, hasta que por fin salí en la Batalla de Flores. Admiraba a los congos, me maravillaba su traje pero no podía usarlo por ser mujer. Un día me decidí porque quería lucirlo con honor”, le contó Alba a EL HERALDO.
En 2017 tomó la decisión de guardar su traje de congo de manera definitiva. Los quebrantos de salud le llevaron a abandonar la danza tras seis décadas, dejando el alma en aquel pavimento caliente para seguir siendo portadora de una de las tradiciones más valiosas de los barranquilleros.
Alegre, dicharachera y comprometida, así la definen quienes la conocieron.
Para Adolfo Maury, director de El Congo Grande, Alba Ahumada es toda una precursora que se atrevió a transformar su entorno desde la danza; sin embargo, su legado ha sido subvalorado.
“Ella es una leyenda en la Danza del Congo. Lo que hizo era impensable para una mujer en esa época. Mi abuelo, Ventura Cabrera, le abrió las puertas de la danza y ella no solo asumió su papel de congo, fue una líder, una heroína cuyo nombre no está inmortalizado en la historia de los grandes hacedores”, apuntó.