Empresario, multifacético, con una insaciable curiosidad y determinación. Pionero de la aviación comercial en Colombia y América Latina. El nombre de Ernesto Cortissoz Álvarez-Correa difícilmente desvanezca de la memoria de los barranquilleros. Quienes habitan esta ciudad, lo leen cada vez que se dirigen al aeropuerto internacional. Muchos, incluso lo hacen desconociendo el impacto que dejó este héroe en la historia de La Arenosa.
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Algunos dirían que “el tiempo vuela” y sí. Hoy, hace un siglo, este hombre visionario partió a otra dimensión a causa del trágico accidente del hidroavión ‘Tolima’ de la Sociedad Colombo-Alemana de Transportes Aéreos (SCADTA), ocurrido el 8 de junio de 1924 en Barranquilla. Y con él, murió el piloto alemán Hellmuth von Krohn y cuatro tripulantes.
Nacido en esta tierra Caribe el 30 de diciembre de 1884, de ascendencia judía, fue fruto del matrimonio entre Jacobo Cortissoz Jesurum y Julia Álvarez Correa. De esta unión nacieron 14 hijos, de los cuales Ernesto fue el sexto. Su tía materna, Clara Álvarez-Correa, se encargó de su crianza y lo llevó a Bremen, Alemania, donde cursó sus estudios básicos y obtuvo el diploma Realschule, destacándose con su tesis sobre comercio.
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Desde joven mostró una habilidad excepcional para los negocios y una pasión por la innovación. Pero su mayor legado sería en los cielos. Junto con otros visionarios, fundó en 1919 la Sociedad Colombo Alemana de Transporte Aéreo (SCADTA), la primera aerolínea comercial en América Latina y una de las pioneras en el mundo.
Esta empresa no solo abrió las puertas a una nueva era en el transporte, sino que también consolidó a Barranquilla como un destino aéreo vital.