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Cuando la mañana daba la bienvenida al pasado sábado 17 de febrero falleció a sus 79 años en el corregimiento de Patillal, municipio de Valledupar, Joselina Daza Daza, la mujer que hizo posible con su belleza natural que Alejo Durán la premiara con un canto que lleva su mismo nombre.

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La tristeza se unió a su único hijo Hugo Alberto Mejía Daza, conocido como ‘Pájaro’, quien fue el soporte para ella en medio de dolores y enfermedades que fueron minando poco a poco su salud.

Él contó detalles de su señora madre. 'Ella tenía la enfermedad de Alzheimer, pero en momentos de lucidez me reconocía y yo la abrazaba y la besaba. Le decía que estaba hermosa y me respondía que eran cualidades de siempre. Murió mi madre buena, quien me amó hasta el final y yo le correspondí. Todo en la vida pasa, pero ella como Alejo Durán, quien la inmortalizó, dejó sembrado para siempre su corazón en Patillal'.

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Aquel relato cantado lo hizo Alejo Durán en dos minutos y 49 segundos, donde de manera simple dijo que ese amor no pudo aterrizar en su corazón, porque Joselina Daza le rompió las ilusiones que había puesto a volar antes de tiempo. 'En el pueblo de Patillal, tengo el corazón sembrado, no lo he podido arrancar, tanto como he batallado'.

De esa manera a finales de la década del sesenta nació ese canto que años después también lo expandió con su voz Diomedes Díaz, teniendo el acompañamiento del acordeonero Gonzalo ’El Cocha’ Molina’. En ese sentido, se resalta que ‘El Cacique de La Junta’ le añadió un verso a la canción. 'Las mujeres colombianas son hermosas, son muy lindas, por eso es que Joselina se ha adueñado de mi alma'…

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Ese tema también lo grabaron Moisés Angulo, Guillermo Lara Arrieta e Isaac Vásquez, Erick Escobar y ‘Nayo’ Quintero y Manuel ‘Mañe’ Bustillo y Felipe Paternina, dándole ese toque de vallenato tradicional.

Precisamente, el escritor Patillalero Fernando Daza, expuso aquel episodio que rodeó la historia de Alejo Durán y Joselina Daza. 'Una tarde de abril en que el acordeonero, sostenido en un último hilo de esperanza y con una ofrenda de amor en las manos, llegó suplicante a su morada, siendo arrasado al rigor de la sentencia: 'No jodas más, que ya mi corazón tiene dueño', refutó la patillalera. Y el legendario intérprete de Sielva María, tuvo que irse con sus sones por otros lares, dilapidando sus clamores y ensueños por cada uno de los rincones y parrandas del viejo Magdalena Grande'.

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