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Cuando se abre la puerta del hogar que habita Rodolfo Miguel Ferrer en el barrio Carrizal, de Barranquilla, se respira el espíritu festivo de un carnavalero apasionado.

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Apenas termina de ponerse el turbante que da vida a la danza de congo se prepara para relatar la historia de su tesoro más preciado, ese que sostiene en sus hombros como un verdadero heredero del folclor.

Sus primeras palabras fueron: 'Soy un barranquillero de pura cepa'. Y sí, aunque sus gafas no dejaban ver sus ojos, su sonrisa evocaba aquella hospitalidad y calidez propias de un currambero. Con machete en mano, estaba listo para seguir defendiendo su legado.

¿Quién le atribuyó la gran responsabilidad de dirigir la danza Congo Carrizaleño? Responder esta pregunta era capaz de cambiar el semblante de Rodolfo. Y es que fue su padre, Miguel Ferrer, el que dejó en sus manos una tradición que este 2024 cumple 40 años de estar participando en el evento magno de la ciudad.

El 28 de julio de 2016, los rincones coloridos de la casa de Rodolfo se tiñeron de negro. Ese día oscuro para la familia vieron partir al creador de la danza a sus 84 años. Prácticamente, la mitad de su vida dedicado a enaltecer con su grupo la riqueza cultural de Barranquilla.

Rodolfo no podía dejar morir la tradición que con casta y esmero había levantado su padre. Esa tribu guerrera a la que hace apología la agrupación debía empezar a cobrar vida.