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La crónica de un amor que desconoce fronteras e idiosincrasias. Mientras la flauta, la tambora y la guitarra se unen para enaltecer el majestuoso Sanjuanero Huliense, mujeres de cada rincón del país se dejan conquistar de lo que se ha consolidado en la danza más representativa de la región Andina, un ritmo que ha marcado generaciones y un precedente hasta en las zonas más recónditas.

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Desde 1961 existe en la ciudad de Neiva un certamen que ha exaltado este baile como símbolo del folclor de su territorio: el Reinado Nacional del Bambuco. En sus 60 ediciones ininterrumpidas, candidatas de toda la nación anhelan portar la corona que en siete ocasiones ha sido obtenida por atlanticenses, convirtiéndose así en el segundo departamento más ganador del evento.

Más de mil kilómetros separan a la capital del bambuco de América con el Atlántico. Los bizcochos de achiras por acá no se deleitan como una arepa de huevo, las ruanas no son el atuendo predilecto, pero hay una arteria fluvial que recoge un solo sentir de estos territorios: el Río Grande de la Magdalena.

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Su nacimiento en el Huila y desembocadura en Bocas de Cenizas ha hecho que en sus corrientes pueda navegar la pasión por un folclor que representa la identidad colombiana. Ambos departamentos crean un arraigo cercano con sus culturas y tradiciones. Cuando una barranquillera sueña con ser reina del Carnaval, una huilense desea ser la soberana del Bambuco.