Con trazos marcados a lápiz sobre un trozo de papel y en medio de decididas y una profunda necesidad de libertad. Andrés Ribón decidió emprender un profundo viaje a su interior, el cual lo llevo a encontrar en el arte una herramienta para expresar toda su creatividad.
De forma anecdótica Ribón recuerda que las artes siempre han hecho parte de su vida. Durante la época de su infancia solía tener un gusto muy particular por las actividades que lo retaban a desarrollar la imaginación: pintura, dibujo, lectura, escritura e incluso tocar piano, hicieron parte fundamental de su formación.
Aunque reconoce con gran espontaneidad que nunca tomó en serio nada de lo que creaba en ese momento, la vida misma de una u otra forma se encargaría de indicarle los pasos que debería seguir para hallar su propósito.
El tiempo transcurrió con normalidad y los intereses de Andrés se adaptaron a las necesidades del presente. En búsqueda de su educación profesional se traslada de Barranquilla a Valledupar donde comienza sus estudios terciarios en la Universidad Santander, pero no fue hasta quinto semestre de ingeniera que decidió atender el incansable llamado con el que las artes lo invitarían a compartir su historia.
Allí regresó a los hábitos de la lectura desestructurada y al placer de inmortalizar en papel los poemas y los pensamientos íntimos que habían sido resguardados en su memoria. Y aunque no lo sabía aún más pronto que tarde Ribón estaría presentando sus creaciones a centenares que como él desearían un espacio para disfrutar del arte.