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'Yo nunca perdí la cabeza ni por amor', confiesa Ismael Guillermo Escorcia Medina, creador del disfraz de ‘El descabezado’, quien desde 1954 hace parte de la parafernalia alegre, colorida y bulliciosa del Carnaval de Barranquilla.

Hoy a sus 92 años, nació el 17 de febrero de 1930, con su memoria lúcida se la pasa alimentando los recuerdos, poniendo a desfilar incontables hechos que hacen parte de su vida y del patrimonio de la gran fiesta popular.

Con su humildad y amabilidad única, sentado en una vieja mecedora en la terraza de su casa, cuya dirección es carrera 8 No. 48-47 del barrio El Santuario de Barranquilla, describe esa vivencia que lo tiene como protagonista de un singular disfraz que nunca ha perdido vigencia.

'Todo sucedió en mi pueblo Calamar, Bolívar, donde debido a la violencia que provocó la muerte del dirigente político Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril del año 1948, se desató una ola de muerte. Me conmoví cuando, en el recorrido del río Magdalena que pasa por el pueblo, apareció un cadáver descabezado. Eso se quedó en mi memoria', cuenta con los ojos cerrados el legendario Ismael Escorcia.

A los pocos años, con el ánimo de abrirse camino en la vida se trasladó hasta Barranquilla donde comenzó a brindar sus servicios como pintor, pero a cada rato se le pintaba aquel hecho que lo marcó para siempre y que no deja de recalcar.

Cierto día, ya conociendo todo lo que giraba alrededor del Carnaval de Barranquilla, tiró buena cabeza y en un papel pintó lo que sería su obra maestra, el famoso disfraz de ‘El descabezado’. Entonces apareció la figura con el cuello ensangrentado producto de echarle pintura roja, un machete y la cabeza en la mano izquierda. Gran ingenio porque la cabeza original estaba tapada.

De esta manera, Ismael Escorcia llevó a la realidad el disfraz y apareció en el desfile del Carnaval del año 1954, causando asombro, curiosidad y admiración. Eso sí, la primera cabeza colgada con la que apareció era en homenaje al caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán. 'Me siento orgulloso del respaldo a mi disfraz que pasó de ser mío para pasar a manos del pueblo', aseveró.

La impresión, a primera vista, no se hizo esperar de aquel disfraz elaborado con trapos, papel, pintura, pegante, alambres, espumas e icopor. 'No es que cueste tanto su hechura, sino lo que se ha valorado por la memoria histórica', indicó Ismael, quien nunca pensó que llamara poderosamente la atención y fuera un atractivo andante de la fiesta carnavalera.

El tiempo fue trascurriendo, las cabezas fueron cambiando de acuerdo con los personajes de actualidad, los premios y reconocimientos llegaron, el amor por esta fiesta folclórica se mantuvo hasta el día que por su avanzada edad tuvo que despedirse y quedarse en casa. Ya no volverían a seguirlo en el recorrido para cuando terminara dejar que se quitara el disfraz para conocerlo. Tampoco a encontrarse con amores fugaces que le alegraban el corazón por corto tiempo.

'Esa vez, hace 16 años, no pude más. Me sentí cansado y con mareos, una especie de tontina debido a lo agotador del recorrido. Como la vejez no viene sola había llegado la hora de dar un paso al costado y dejar la tradición en manos de mis hijos, nietos y biznietos que lo vienen haciendo bien'.