El reencuentro con la presencialidad ha sido el reinicio para un mundo que pareció detenerse mientras el confinamiento obligatorio a raíz de la Covid-19 transformó la realidad en un estrecho interior de cuatro paredes, donde las luces y sombras de las personas convirtieron la soledad en la compañía permanente a fin de evitar un contagio que pudiera poner la vida en riesgo.
La felicidad implícita de la vuelta a los lugares que antes de la pandemia eran destinos obligatorios hicieron de la edición 17 del Hay Festival Cartagena una celebración particular, enmarcada por el abrazo de los conocidos en los pasillos del Centro de Convenciones y las tertulias que pusieron sobre la mesa discusiones en torno a varios problemas relevantes de la segunda década del siglo XXI.