Semáforo en rojo. Jhon Rodríguez tiene 30 segundos para llevar a cabo su acto: 20 para guindar la cuerda de un poste al otro, treparse en ella y sostenerse con el pie derecho, mientras que en su cabeza pone a girar una pelota de baloncesto. Para completar su maniobra digna de aplaudir por los asistentes de cualquier circo, con sus manos realiza malabares con clavas o machetes.
Los otros 10 restantes son para bajarse, desmontar la soga y esperar a que alguno de los conductores o transeúntes valoren su acrobático acto.
Una sincronización casi que perfecta evita que la vida del artista se ponga en ‘jaque’ cada vez que la luz del semáforo cambia de color.
Esos 30 segundos que se repiten una y otra vez, son cruciales para que este barranquillero reciba el reconocimiento económico de una audiencia efímera, que en su recorrido por la carrera 47 con calle 59, se topa de frente con el malabarista.
'La práctica hace al maestro', dice Rodríguez, antes de ponerse en marcha con el acto audaz que le da para vivir.
El malabarista pone su vida en riesgo todos los días, más aún, en medio de la pandemia. Salir a la calle por estos días ya de por sí es una ‘maniobra’ que expone al ser humano al virus.
Este joven sobrepasa los límites al sostenerse de una cuerda mientras hace malabares con tres machetes, algo que deja sin aliento a algunos de los que lo observan. 'Yo me gano en un día bueno hasta $50.000, y si está malo puedo llevarme $20.000, pero igual hay que meterle bastante, porque me toca correr, subirme, bajarme e ir de carro en carro. Es una actividad muy riesgosa, ya me he cortado bastantes veces, pero decidí hacerla porque a las personas les llama la atención', dijo a EL HERALDO.