Compartir:

En la biblioteca del resguardo indígena kankuamo de Atánquez, en el César, el silencio no es obligatorio. Los libros, organizados en estanterías, son materiales de investigación para toda esta comunidad. Sin embargo, la literatura clásica de autores europeos, la novela norteamericana, la historia, geografía y política occidental, no hacen parte de los títulos más consultados.

La misión de este espacio dedicado al conocimiento, que se ubica en la vertiente suroriental del 'corazón del mundo': la Sierra Nevada de Santa Marta, es transmitir su propia oralidad, los saberes que por mucho tiempo han sido la principal forma de resistencia de los pueblos, su arma contra el olvido.

La biblioteca cerró sus puertas como medida de las autoridades del resguardo para protegerse del coronavirus, no obstante, el trabajo que vienen realizando alrededor de 50 niños kankuamos en sus instalaciones cobra, en medio de la crisis sanitaria, más relevancia que nunca.

'Esta no es una biblioteca convencional', dice el bibliotecario Souldes Maestre, quien explica que para los kankuamos la biblioteca no es un espacio físico.

'El hecho de que la biblioteca esté cerrada no cambia en nada la actitud de los niños porque el trabajo que hacemos con ellos continúa intacto. El problema de los libros es que no tenemos la tecnología para prestarlos y desinfectarlos, por eso tuvimos que cerrar la biblioteca pero decidimos concentrarnos más en la lectura de la oralidad'.

Maestre explica que cada niño tiene una huerta en su casa. Las familias kankuamas reciben alimentos que vienen 'de afuera' como lo son el aceite que no se producen en su entorno. El compromiso de estos pequeños con su territorio es sembrar mientras 'cuentan su historia'.