Quizás usted, como yo, hemos perdido a un ser querido en este último año, luego de haberse contagiado por coronavirus o por alguna otra causa. A diferencia de otra época, este período acechado por el inminente virus ha provocado una transformación radical hasta en la manera de despedir a ese familiar o amigo que falleció.
El ciclo de la enfermedad genera ansiedad y zozobra en los familiares, por ejemplo cuando esperan la llamada de un médico cada 24 horas para dar el reporte del paciente. La incertidumbre de no saber y de no poder acompañar a la persona es triste, pero sobre todo no verla luego y darle un último adiós.
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Si ya de por sí es dolorosa la partida, lo que viene luego de la muerte puede ser aún peor.
Para contrarrestar esos sentimientos de profunda tristeza, Silvia Trujillo, coach especializada en la transformación de duelos y autora del libro Renaciendo al dolor, conversó con EL HERALDO sobre su propia experiencia.
El 27 de julio de 2016 quedó tatuado en el corazón de Silvia como 'el día más completo' de su vida, luego de haber experimentado de manera simultánea los sentimientos más profundos de amor y dolor.
Ese día, a las 3:45 de la tarde, acompañaba a morir a Elisa, su hija de tan solo 7 días de nacida. Desde entonces, es una sobreviviente al duelo, y ha logrado no solo sobrevivir, sino renacer al dolor, temática general del libro que lanzó en medio de la pandemia como una ayuda a quienes están pasando por alguna pérdida.
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'Este camino de renacimiento ha estado acompañado de múltiples emociones y aprendizajes. Siempre había oído decir que el peor dolor que puede sufrir una persona es la muerte de un hijo y después vivirlo, sé que puede ser así, pero también aprendí que los dolores no se comparan. Cada pérdida es única y solo la puede sentir y calificar quien siente lo que perdió', expresó la mujer de 43 años.
Es por lo anterior que la vida de Silvia cambió. Pasó de ser la gerente de relaciones externas de una multinacional de hidrocarburos a especialista en acompañamientos de duelo compartiendo su experiencia. En el camino aprendió que 'creer que nunca podremos sanar es sentenciarnos en vida', y aunque no se vuelva a ser el mismo, no quiere decir que 'no podamos volver a tener momentos de felicidad o como mínimo, paz'.
En su proceso de sanación, cuenta, descubrió que para poder pasar del sufrimiento a vivir el dolor en paz es necesario aceptar que el dolor está ahí, permitirse sentir las emociones que la situación dolorosa genera y cuestionarse sobre la situación actual de la vida de la persona.
'El dolor llegará a nuestra vida en algún momento y hay que aceptar esos momentos de quiebre. A veces el mensaje que viene con el dolor de una pérdida se vuelve un faro de luz, mostrándote lo que realmente valoras y priorizas en tu vida. Cada uno de estos pasos conlleva muchas reflexiones y trabajo interior, dedicación y entrega, pero en general resume el camino de la transformación para sanar'.