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'Enséñale a tu papá a usar la lavadora', me decía mi mamá, mientras me prometía que apenas saliera de la clínica iniciaría con la dieta. 'Estoy viendo que me veo mal físicamente, como vieja, ja ja', escribía por Whatsapp, al mismo tiempo que me informaba que los exámenes que le habían hecho no salieron bien y que, al parecer, sería intubada. Un proceso que duraría entre 7 y 14 días.

Esa videollamada que hicimos el 1 de septiembre en la noche fue la última y sin duda aún resuena en mi mente. Nuestras esperanzas estuvieron puestas en que el milagro de la sanación llegaría a ella y podríamos tenerla en vida, disfrutando de su presencia. María Isabel Decola Vásquez, mi madre, luchó hasta el 20 de septiembre, día en que recibimos la última llamada de la clínica, esa vez para decirnos que ella había partido.

El virus se incrustó tan rápido en su cuerpo que, desde el primer día que llegó a la clínica y salió positiva para Covid-19, fue diagnosticada como paciente de alto riesgo por su asma y sobrepeso. Llegó sola al hospital, pensaba que solo era un 'resfriado'.

Mientras esperaba su traslado a otro hospital, nunca dejamos de hablar por teléfono. En el momento en que entró a UCI suspendieron el uso del celular, por lo que su petición especial fue: 'Mami, tráeme mi Biblia, con la agenda que uso, lapiceros y una revista. Todo lo que entregue yo, límpienlo después'. Esas largas horas sin saber nada de ella fueron eternas.