Tristeza, impotencia, ira y frustración han experimentado en los últimos cinco meses los profesionales de la salud debido a la pandemia.
Un estudio realizado por el Centro de Excelencia en Investigación en Salud Mental (Cesim) revela que el 39.4% del personal sanitario ha registrado problemas de salud mental como consecuencia de la situación suscitada por la enfermedad de Covid-19.
La discriminación hacia el personal de la salud, el miedo a contagiarse y contagiar a sus familiares, la irresponsabilidad de la comunidad, entre otros factores, se han convertido en el combustible ideal para desencadenar lo que la magíster en Salud Pública y especialista en Epidemiología Yolanda Torres Galvis considera una 'tormenta perfecta' que afecta la salud mental de los trabajadores sanitarios.
La enfermera Nicolle Andrea Galvis ha presenciado desde la primera línea de batalla el embate de la pandemia en la ciudad. 'La verdad es que en estos tiempos las cosas se han visto difíciles', reconoce la sanitaria.
Cuando le informaron que el punto asistencial en el que trabaja se iba a convertir en centro covid la incertidumbre se apoderó de ella. Admite que más que pensar en lo que le podía suceder le preocupaba llevar el virus hasta su hogar y contagiar a sus seres queridos.
Las noticias y las cifras que se manejaban en ese entonces (marzo y abril), en el resto del mundo, no eran nada alentadoras por lo que ya se hacía una idea de lo que podría pasar en la ciudad con la pandemia.
Es más, dice que desde el principio de la emergencia en Barranquilla sintió miedo.
'Al principio fue muy horrible porque me dio ansiedad y mantenía con mucha sensibilidad. Lloré todos los días y hasta pensé en renunciar (...) era un huracán de emociones'.
Desde ese entonces decidió implementar protocolos de seguridad. Optó por aislarse de su familia para evitar infectarlos en cualquier momento y eligió aislarse en una habitación aparte. Para ella lo mejor para mantener a sus seres queridos seguros era estar alejada de ellos.
'Me hacen falta, pero era mejor tomar distancia para mantenerlos seguros'.
Al verse sola en una habitación y recordar a su familia le es imposible no sentir nostalgia. Recalca que no es fácil terminar su turno de trabajo y después no poder compartir de manera presencial con las personas que ama sus anécdotas de cada jornada.
Pese a todo, considera que alejarse de su familia fue una de las decisiones más sabias que ha tomado en su vida. En medio de su arduo trabajo diario el SARS-CoV-2 se hospedó de manera silenciosa en su cuerpo, así lo descubrió luego de que se le practicara una prueba y esta arrojara positivo.
Nicolle no registró ningún síntoma y de no haberse realizado el examen tal vez jamás se hubiese enterado de que se contagió con Covid-19.
Cabe recordar que, a corte del 2 de septiembre, el Instituto Nacional de Salud (INS) registra que en el país se han contagiado 8.885 integrantes del personal sanitario, entre médicos, enfermeros, auxiliares y otros profesionales.
'Ansiedad constante'
Alex Acuña, médico que trabaja también en la primera línea de atención a pacientes con Covid-19, ha canalizado su estrés a través de la ansiedad, como él mismo lo indica.
Dice que no califica lo que siente como depresión, sino como impotencia. Para él fue muy duro ver cómo las unidades de cuidados intensivos se copaban con pacientes con el nuevo coronavirus.
Recuerda las noches en las que las camas eran pocas y llegaban cada vez más enfermos con dificultades para respirar. Algunos familiares llegaban con la idea de que sus seres queridos podrían tener cualquier otra cosa, menos la Covid-19.
Las radiografías de tórax que Alex analizaba denotaban los estragos que el virus había ocasionado en el organismo de sus huéspedes. Ver que muchos de los pacientes estaban perdiendo la batalla, a pesar del arduo esfuerzo del personal sanitario, era una situación que le hacía sentir un enorme grado de frustración.
'Para nosotros era muy frustrante ver cómo los pacientes no respondían de manera adecuada a lo que hacíamos. En ese momento eran más las luchas perdidas que las ganadas'. En esas jornadas tan duras, a nivel laboral y emocional, las presiones en el pecho eran más frecuentes.
La pasión de Alex es salvar vidas, pero esta fue mermada en las semanas en que Barranquilla contaba a sus muertos por decenas.
Recuerda que los ataques contra el personal médico, debido a la falsa información que circulaba en redes sociales, le enojaban bastante y todavía lo hacen, pero aun así los improperios no le hicieron agachar la cabeza en ningún momento.
'Solo quien convive y tiene a un personal sanitario cerca sabe lo que significa. Cada médico, enfermero y terapista tiene su historia. Pero en este momento hay que seguir adelante, algún día esta vaina se acaba'.
No oculta que la situación actual, en la que no hay restricciones por pico y cédula y hay más personas circulando en la calle por el levantamiento de la cuarentena, le generan un alto grado de preocupación, aunque conserva la esperanza de que los barranquilleros hayan aprendido la lección después de más de 1.600 muertos y apliquen las normas de protección.
Daniel de los Ríos, desde el área administrativa de una EPS, considera que su trabajo en medio de la pandemia ha sido de contrastes porque desde su función también tiene la oportunidad de ver todo lo que ocurre alrededor de la Covid-19.
'Duele cada persona que se contagia, duele cada paciente que muere. Nosotros como equipo ponemos todo nuestro esfuerzo', dice con la voz entrecortada.
Para él, estos tiempos difíciles han demostrado que todavía quedan muchas personas con un buen corazón y vocación de servicio hacia la comunidad.
Desde hace varios años padece de ansiedad, pero la coyuntura actual ha agudizado este mal. Movimientos involuntarios, sudoración excesiva y sentimiento de impotencia se han apropiado del cuerpo de este trabajador.
Al igual que sus otros compañeros, siente temor al ver a gente en la calle que no respeta el distanciamiento social o no porta tapabocas, aunque también confía en que los barranquilleros hayan tomado conciencia después de la difícil situación que se vivió en la ciudad.
Los tres trabajadores esperan que la gente en la calle entienda que la pandemia no se trata de un juego y que cualquier descuido por más mínimo que sea puede llevar a que la ciudad nuevamente se vea enfrentada a una segunda temporada trágica como la que se vivió entre junio y julio.