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 Luego del almuerzo, Jesús Estrada Yepes solía refugiarse entre una de las ramas del frondoso palo de mango de la Plaza Alfonso López. Cuando sus clientes requerían de sus servicios de lustrabotas solo debían levantar la cabeza y despertarlo con un grito.

La escena corresponde a un pasaje anecdotario de años fugados en la vida de este hombre de 66 años de edad, quien desde hace 45 acompaña a este árbol que hoy se resiste a morir.

'No le hacen mantenimiento y él se está acabando poco a poco con esa plaga que tiene', esgrime con su ceño fruncido, para luego ‘disparar’ un reclamo. 'He hablado con todo el mundo, pero nada que le prestan atención', lamenta antes de levantarse de la silla.

En un mediodía de este 2015, donde la temperatura de Valledupar supera los 36 grados centígrados, evoca con nostalgia que 'cuando uno se sentaba debajo se sentía frío proque no había pavimento sino piedras, ahora lo que ocurre es que uno suda'.

En la Alfonso López hay 26 árboles, pero la esencia emblemática la marca el palo de mango, el mismo que significaba un ‘termómetro’ en las campañas políticas. 'Si el candidato llenaba la plaza hasta el palo, entonces tenía gente', se recuerda. La misma medición servía para los eventos musicales.

Andrés Felipe Meza Araújo es el secretario de Ambiente del Cesar y le apuesta a que este sábado podrán iniciar el periodo ‘salvavidas’ para el palo de mango de la plaza, a partir del padrinazgo que de ese árbol asumirá la fundación Funema.

El funcionario departamental reconoce que esa insignia de Valledupar 'presenta un parásito conocido como ‘pajarita’, que surge a partir de que las aves comen su fruto, defecan y eso cae sobre la planta'.

El palo es uno de los 80.000 que engalanan a Valledupar, de los cuales el 30%, según Meza, padecen algún tipo de enfermedad. La ciudad tiene otras especies como cotoprix, caucho, roble, olivo negro y guayacán azul.

Estrada, con el acento de todos los que como él nacen en Mompox, confía en el anuncio del funcionario, pero recomienda que 'al árbol le corten las ramas secas con hacha o machete y que le echen agua y abono'.

Con su espíritu de buen ciudadano asegura que el mango se resiste a la muerte.