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La llegada a la Casa de Nariño del presidente Gustavo Petro hizo a muchos pensar, a priori, que las traiciones, los golpes, las polémicas y señalamientos de corrupción iban a provenir de la oposición, de políticos sedientos del poder que acababa de tomar la izquierda, de los medios, del centro o de cualquier conglomerado rival que fuera acuñado al establishment. Sin embargo, el enemigo que más ha generado ruido se ha sentado en la mesa para comer. Sangre de su sangre.