El llanto y la risa. La alegría y la tristeza. La ilusión y la melancolía. El puente que unió dos orillas por un hecho puntual. Eso está reflejado en el rostro de Yugleisy Méndez Castro, una soledeña de 19 años a quien se le anegan de lágrimas el marco de las gafas cada vez que compara su difícil ayer con su próspero presente. Hay dolor y, al mismo tiempo, una sonrisa blanquísima de oreja a oreja. La ironía de la vida marcada en una cara.