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La última vez que Leandro Pérez oyó y vio una manifestación en Cuba tenía apenas 6 años. Era el verano de 1994 y la economía de la isla pasaba por su peor momento. Como producto de esa situación, en agosto de ese año cientos de personas salieron a las calles a protestar por el Malecón de La Habana. Esa era la concentración más masiva que habían visto los isleños desde el triunfo del castrismo en 1959.

Pero el pasado domingo la historia se repitió. Centenares de manifestantes salieron a las calles cubanas y decidieron 'comerse el miedo' y tomar las plazas y avenidas en señal de protesta.

Pérez, quien reside en Barcelona (España) afirma que las manifestaciones se dieron por la escasez de alimentos, medicinas y los molestos 'apagones' de varias horas, pero sobre todo por la inédita situación por la que están atravesando con la pandemia. 'Cuba es un país detenido en el tiempo. El mundo se ha desarrollado y eso no ha llegado a los cubanos, eso es lo que se reclama, progreso', dice.

Lo vivido la semana pasada es un escenario que no se va a detener, teniendo en cuenta el respaldo que han tenido las manifestaciones y la insistencia del Gobierno en criminalizarlas. 

Análisis. Para el profesor de relaciones internacionales de la Universidad Javeriana, Mario Aller, a Cuba, finalmente, llegó la globalización y eso hizo que el gobierno cubano haya arremetido contra varios periodistas y portales de internet.

'El régimen está sintiendo los efectos de la globalización. Hasta ahora el mundo ha conocido la necesidad real de los cubanos, pero esto no es el final de la Cuba que conocemos', señala el académico, quien destaca que las personas están accediendo a más información y están 'viendo la cara del régimen', esa que durante años estuvo oculta para muchos.

'Cuba cada vez más se está alejando de sus socios tradicionales y la gente se está dando cuenta de eso. Ellos buscan una apertura al mundo, no más hermetismo', dice.